Beatriz Sarlo es lo mejor que tiene la intelectualidad opositora al kirchnerismo (si es que existe algo así, más allá de Sarlo). Pero a su vez, Sarlo no se identifica con ninguna de las expresiones políticas opositoras al kirchnerismo. O sea: el kirchnerismo hegemoniza en este momento la política argentina.
Por eso, para plantarse en el centro de la escena a Beatriz no le alcanza con escribir en La Nación, ir de invitada a TN o publicar un ensayo sobre Néstor Kirchner. Beatriz, tan inteligente, elige meterse a debatir donde se disputa el sentido del único proyecto de país palpable en la actualidad: 6,7,8, en la TV Pública.
Y ahí están las repercusiones: la tribuna de la derecha mediática celebra, disfruta y goza esta aparición estudiada de Sarlo que, tan inteligente, les dio el título, la frase, el hashtag, la remera: "Conmigo no, Barone". Pero ese goce es efímero, porque pasa por alto el fondo de la cuestión: la gran derrota cultural que significa para los medios hegemónicos haber perdido la potestad de ser el centro de resonancia de la política argentina.
Ser kirchnerista no es ser hincha de 6,7,8. Todo lo contrario. Es entender la función fundamental que cumplió ese programa para romper con la predominancia del discurso dominante de los grandes medios (¿e instalar uno nuevo?) y entender también que ya era hora de cambiar la estrategia. El kirchnerismo ya se construyó a si mismo, es hora de inventar una oposición con la que dialogar.
Sarlo no dijo nada nuevo. No dijo nada que no haya dicho antes en sus columnas, en radio, en entrevistas. Pero esta vez lo dijo en 6,7,8 -un programa de apenas dos puntos de rating diarios- y se convirtió en un fenómeno nacional: dos días seguidos encabezando portales de noticias, tres columnistas de La Nación reflexionando sobre el tema, remeras, ringtones, etc.
¿Qué es eso sino la derrota de los grandes grupos mediáticos para gobernar el sentido común?
Algunos dicen que lo de Beatriz fue una goleada contra 6,7,8, así que voy a usar una metáfora futbolera: que Sarlo, con todos sus pergaminos intelectuales, haya ido de visitante a un programita de la TV Pública a plantar la bandera de su pensamiento opositor y luego haya sido llevada en andas como una campeona del mundo, es como cuando Almeyda dice que River -33 veces campeón del fútbol doméstico- "se juega su historia" (!) en el partido del domingo ante Olimpo, en el Carminatti. Aunque ganen por goleada, ya perdieron.
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