Pregunta a Arturito 3
“Pero Arturito no sabe escribir.
Arturito es pasto de las llamas
de los niños”
(...)
“Forzar
el ideograma de la alegría:
el cuerpo como único retrato,
único espejo, único pie de la temible
locura.”
(...)
“Forzar y destruir todo simulacro de Belleza y
atender el disimulo de estas bandadas de loros
querellando a lo lejos, en las nubes,
como ranas.“
(...)
fragmentos de “Un día en la esperanza” del libro “Arturo y yo”
En estos fragmentos nos encontramos con un Arturito que no sabe escribir. Este fragmento esparte del primer poema del libro y aparece en la primera página. Esto es significativo en cuanto toma de posición para lo que luego va a ser “Arturo y yo”. Pero ¿qué es lo que Arturito no sabe escribir? el ideograma de la alegria? Arturito no sabe construir un simulacro de Belleza? estos planteos tienen mucho que ver con lo dicho anteriormente sobre la escritura mínima. Pero la pregunta va en otra dirección, tiene que ver con la presencia del cuerpo como único espejo, “materia como un odio al sentido”.
Hay una dicotomía entre la Belleza con mayúscula y el cuerpo como único retrato. Pensando en la relación cuerpo-memoria te hago la siguiente pregunta ¿Qué relación se puede establecer entre el cuerpo de Evita (mientras estuvo viva y después de su muerte) y los infantiles recuerdos que te quedan de esa época?
“Pero Arturito no sabe escribir...”
Acaso esta pregunta y mi respuesta contengan y respondan la anterior. Forzar el ideograma de la alegría no es sino vivir el día, carpirlo, ¿desmalezarlo?, ¿cortar flores mientras avanzamos?... Imagino que al preguntar cómo es mi día se pregunta allí solapadamente ¿escribís cada día? Si mi suspicacia no falla, sí, escribo, y escribo “apuntes”. Trato de aplicar la enseñanza de que el poeta ha de hacer gala de “tangibilidad”. Busco lo tangible con palabras tangibles, que no desdeñen o soslayen la imaginación visual.
Que no sé escribir es una verdad. Pero en mi caso es una felicidad que me depara el imaginar un aprendizaje constante, laborioso, de castor —de niño quería ser un castor, sin duda porque veía su destrucción constante, su roer cosas para la construcción de otras cosas como en la playa llevar arena de un lugar a otro, como definió la composición John Cage y yo el hecho de escribir...
La Belleza, sí. Pero la V erdad, también. Parecen cosas de otro tiempo. Pero aún en el poema más feo hay belleza y en el más mentiroso(como un sueño) hay verdad ¿no? Lo que más me importa es la energía que lo dirige, es decir, la ética que lo vuelve “acto”, “acción”. Parece que la música es la más verdadera de las artes. Emite la fuerza, el brío, la energía de su materia, que es el espíritu de quien la compone y la interpreta. Pasolini amó la acción de la música, en ella encontraba la verdad. El que pensó en el cuerpo de los otros como único retrato, única belleza, única verdad.
La Belleza con mayúsculas es la ilusión que muestra Auden: “Queremos que un poema sea bello, un paraíso terrenal en palabras (...) precisamente porque contrasta con nuestra existencia histórica. No hay poeta que pueda proporcionarnos verdad alguna sin haber introducido en su poesía lo problemático, lo doloroso, lo caótico, lo feo.”
De ahí pasar al cuerpo y en especial al cuerpo de Evita, según tu interesante pregunta, no hay distancia. Hay, en todo caso, lo que Lezama Lima llamó vivencia oblícua: Evita fue para mí la historia, casi, porque la conocí como ícono, cuando ya no vivía. Tuvo para mí la misma fascinación que las figuras de las estampillas, que las figuras de la figuritas, que las imágenes impresas en el primer dinero de la infancia, cuando no sabíamos qué era, cuando intuíamos que era una especie de pega-pega en la rebelión de las filiaciones, en el tumulto de tías, primas, abuelos, tíos, en fin...y nada hay que acicatee más la memoria como una figurita, como un dibujo, como un locus, como un teatro de memoria. Es la fijeza, es el orden que imponen en un album, en un dintel, en una superficie elegida incluso azarosamente para legitimar con invisibilidad un orden: ¿no es el ritmo?
Pregunta 4
“los dioses están juntando almejas.
Han cavado unos pequeños lagos, han fabricado
alrededor unas montañas de chocolate casi líquido.
Tienen cofías ridículas,
bañadores de lana...”
Fragmento de “No fue en cisilia, no fue aqui” del libro El vespertillo de las parcas Tusquets 1997
Los dioses hacen pozos en la arena como niños, con voz de tías, de abuelas, con las huellas dominantes del padre Zeus, de su padre. Se está conjugando las miniaturas personales con las divinidades antiguas. Esta conjugación surge a la vez de un uso muy particular de la memoria (del que ya estuvimod hablando) y de un descubrimiento arqueológico hecho en monte hermoso. ¿Cómo funciona en tus libros el poeta como arqueólogo que ?¿Tiene esto algo que ver con la entrada de los dioses en tu poesía?
“los dioses están juntando almejas”
Todo poeta es un arqueólogo. Más allá del principio anecdótico de las huellas junto al mar y del descubrimiento de las mismas en el sitio Monte Hermoso I, adonde me llevaban de niño, y la laguna prehistórica, y los niños y mujeres que la circundaban, y el hombre que pasó corriendo y que yo anhelé que fuera mi padre en ese mapeo de las huellas; más allá de todo significado hay una arqueología en la búsqueda de un habla interna, primera, de raicillas casi inconscientes, pero de la forma sonora de la lengua, que pueden llevarnos a reconstruir todo un “lugar” perdido en la apariencia de esa memoria —ya no personal sino “humana”.
Recuerdo al pasar la vocación de unos arqueólogos que reconstruyeron los jardines de Herculano utilizando las raicillas fósiles de las hierbas y flores arrasadas por el fuego y las cenizas del Vesubio... Si eso pudo lograrse, ¿por qué no reconstruir entonces toda la pintura, todo el puntillismo de una voz, de las voces que nos darían sus particularidades, sus rupturas, que podrían abrirse en la expresión: ic est locus patriae, o en esta otra: una volta c’ era cu c’era.
Los dioses que aparecen allí, como señoras y señores agachados que juntan almejas o que se bañan con bañadores de lana como mis abuelos... no dejan de ser la mitología de mi verdad. Ahora son dioses, ¿pero no lo fueron aún más cuando los abrazaba, cuando miraba el mar desde sus hombros? En su pasaje de Leonardo a Buda, los poetas necesitan la presencia del dios tan solo para certificar su presencia de poetas —lo dice Calasso mejor que yo: “casi todos los poetas del siglo XIX, de los más mediocres a los más sublimes, escribieron algún poema en el que nombran a los dioses. Lo mismo puede decirse de buena parte de la literatura del siglo XX. ¿Cuál es el motivo? En realidad, las razones son múltiples: por la secular costumbre escolástica, o quizás para parecer nobles, exóticos, paganos, eróticos, eruditos. O bien por la razón más frecuente y tautológica: para parecer poetas.” Pero dije “la mitología de mi verdad” para subrayar el carácter de acontecimiento, de intimar con el dios, de aparición súbita, o serena, en la luz del mediodía, como la Gradiva de Jensen. ¿Dónde estaría esa verdad? ¿No es en el pie de la muchacha, en su arco imposible de imitar al avanzar como para alzar vuelo? ¿No es el fragmento arqueológico más que el detalle la verdad? El detalle se despega, el fragmento se liga a un continuum —el poema debe durar, aunque sea el intervalo, la línea enterrada entre haiku y haiku...
4 comentarios:
me gusta entrar y leer lo que suben ,esta muy bueno
frutillasrojas.blogspot.com
Gracias por pasar. son todos bienvenidos.
gracias mati por pasar por alla.te voy a hacer llegar ejemplares.abrazo
Dale, Nico, que les salga lindo.
Publicar un comentario