Soda Stereo es grande porque llevó esta premisa como bandera durante sus 15 años de carrera y volvió a levantarla en los primeros tres recitales (18 al 20 de octubre) que marcaron su vuelta después de diez años de silencio.
El rock se “futboliza” cuando el público se convierte hincha: cuelga los trapos, sigue a su banda a todas partes, se la tatúa en el corazón al lado de la vieja, va a los recitales sólo a hacer pogo y a repetir ritos urbanos, a hacer aguante, bajo el ruido saturado de parlantes que no aguantan el trajín rokanrolero; de música poco y nada.
Domingo 20 de octubre, son las diez de la noche y en el estadio monumental, literalmente, no cabe un alma más. El escenario es gigante y a Cerati, Alberti y Bosio les sobra talento para llenarlo. El sonido es impecable, claro y envolvente; dos ruedas de luces bajan del cielo sobre los músicos y seis pantallas bailan a sus espaldas dándole a cada tema su propia escenografía. “Fluorescente azul/ luz que baña mis sentidos/ donde todo empieza a ser real... ” comienza a sonar Primavera Cero, mientras en las pantallas aparecen frases en blanco sobre negro: “Gracias por esperarnos”, “Somos energía”, “Somos Dynamo” “El Rock no es fútbol”, entre otras.
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