23 junio, 2011

Cristina para todos



Cristina es una mujer de Estado. La presidenta de todos. También es la líder de un espacio político que en octubre intentará que la mayoría de los argentinos (o al menos una minoría amplia) vote por la continuidad del proyecto iniciado en 2003.

En el 2009 el kirchnerismo era una minoría golpeada. El gobierno se caía, la transversalidad era un espejismo, la clase media sentía que le empezaba a doler el bolsillo y se borraba. En ese contexto el gobierno se apoyó en dos pilares para no caer: la CGT de Moyano y el PJ de Scioli.

Recién después vino la ampliación del discurso, la recuperación económica, las medidas sociales que renovaron las banderas del kirchnerismo modelo 2003-2005, 678, el Fútbol para Todos (fundamental para lograr mostrar al pueblo la antinomia
Estado vs. Corporaciones), la integración de los movimientos sociales a la gestión (el Evita en Buenos Aires), el Bicentenario y el marketing de alta escuela de La Cámpora que convirtió en superhéroe a ese animal político que los medios intentaban demonizar.

Todo un proceso de apertura y de construcción de un nuevo populismo que hasta ahora fue exitoso, pero está a mitad de camino. De nada sirve que Cristina haya logrado un apoyo poli clasista, heterogéneo, que abarca desde el empresario que en estos años ganó más que nunca, hasta el trabajador que recuperó las paritarias, el militante
de los derechos humanos, el desocupado que fue alcanzado por el brazo del Estado, la ama de casa que recibe su jubilación, etc. De nada sirve todo lo hecho, si en octubre eso no se traduce en una victoria contundente.

Las agrupaciones kirchneristas tienen que asumir esa responsabilidad. De la misma manera que el Gobierno se esfuerza por representar a sectores tan variados, asumiendo las contradicciones como propias del proceso y potenciando las coincidencias, ninguno de los sectores representados tiene que definir el kirchnerismo como propio. Pedir hoy, a cuatro meses de las elecciones,
la depuración ideológica del proyecto para "profundizar el modelo" es de una irresponsabilidad y falta de visión política tremenda.

El actual exitismo no tiene que devenir en soberbia por parte de las agrupaciones políticas, de derechos humanos, sindicales, sociales que hoy acompañan al gobierno. Nadie está por encima del resto para decir: yo soy, este es, este no es. Porque, aunque no nos guste el de al lado, todos somos parte de algo más grande, que se sale del perímetro de nuestro ombligo progresista y bienpensante. Con mucha humildad hay que saber ocupar el lugar que nos toca en esta historia.

Cristina todavía no ganó. Hay que ayudarla.

13 junio, 2011

Palermo

Durante el mundial escribí este post que intentaba presagiar el final del camino del héroe que recorrió Palermo en su carrera futbolística. Ahora que ya vimos el final de su carrera, es tiempo de reciclarlo.

Ya es un lugar común, ante cada hazaña de Martín Palermo, hablar de que tiene "una vida de película". Sin embargo, a mí me gusta más pensar que el "Titán" no está dentro de una película, sino que protagoniza un poema épico donde recorre el arduo camino del héroe.

En la épica, el nombre y el destino son una unidad indestructible. El más famoso es Aquiles, el de los pies ligeros, el gran héroe de la guerra de Troya que estaba destinado a morir de un golpe certero en su único punto débil, el talón. Lograr asumir ese destino trágico es la tarea del héroe.

A Palermo, el epíteto se lo definió Carlos Bianchi certeramente: Martín, el optimista del gol; y él asumió con creces la responsabilidad del nombre.

El protagonista del relato épico debe ser arquetípico: representar valores universales y tener una ética que lo lleve a tomar las decisiones correctas en los momentos más difíciles. La ética de Martín es la del esfuerzo y la fe.

Siempre creer que se puede, nunca darse por vencido, nunca poner las limitaciones por encima de las posibilidades.


Batallas

Martín, el optimista del gol tiene muchísimas batallas ganadas a la adversidad. Una de las más emblemáticas de su carrera en Boca fue el gol a River en la Copa Libertadores de 2000, en su vuelta tras una lesión que lo había dejado varios meses fuera de las canchas.

Faltaban pocos minutos para que terminara el partido, ganaba Boca 2-0 en La Bombonera y eliminaba a River. Bianchi pidió el cambio y lo mandó a la cancha. Cuando empezó a correr, parecía que todavía tenía la rodilla enyesada. Pero, a poco del final, sucedió el milagro: Martín, el optimista del gol recibió la pelota en el área, en ese momento algo paralizó a los defensores de River que no pudieron levantar las piernas del piso y entonces Martín, apoyándose en la muleta de Dios, giró sobre sus pies, miró el ángulo inferior izquierdo del arco y la colocó ahí.



Este tipo de sucesos son los que van forjando el ánimo del héroe, que tiene que aceptar el llamado del destino. Aceptar que su vida va a tener duros golpes y goles increíbles.

Pero con ser ídolo de Boca no alcanzaba. En su mejor momento como goleador Palermo fue puesto a prueba en la selección argentina (Copa América del 99) y fracasó rotundamente pifiando tres penales en un mismo partido.

Después tuvo un paso errático por Europa, coronado por la fractura de tobillo que sufrió cuando se le cayó una pared sobre la pierna en el festejo de un gol.

En esos momentos, ¿cómo hacer para no dejar de creer? ¿Cómo hacer para, 11 años después, a los 36, convertirse en el debutante mundialista más veterano en marcar para la Argentina?

Esa es la virtud del héroe.

Las armas

El héroe no tiene superioridad en las armas respecto del resto. El héroe no triunfa porque tiene poderes sobrenaturales: triunfa porque tiene una virtud que no puede controlar, pero sí debe aceptar.

Messi es el mejor jugador del mundo. Anda en un estado permanente de excepción. Con la velocidad y el control de Messi cualquiera hace maravillas.

El último capítulo

El último gran capítulo de la carrera de Palermo fue su vuelta con gloria a la selección, tras aquel primer paso fallido. El gol a Perú en la última pelota, bajo la lluvia del frío Monumental, que nos dio la clasificación a Sudáfrica y su breve participación con gol incluido ante Grecia, lo pusieron finalmente en un plano superior. Dejó de ser sólo ídolo de Boca, para convertirse en el Titán del fútbol argentino.

Cuando termina el partido con Grecia, ante las cámaras, Palermo no dice "Este el fruto de mi trabajo, demostré que estoy para titular". En cambio, entre lágrimas dice: "La verdad, no sé por qué me pasan estas cosas. Estoy tocado por el angelito que está allá arriba". En ese momento, Palermo acababa de asumirse como un héroe épico, esclavo de los goles y de las batallas ganadas y perdidas.

El epílogo lo vimos todos anoche: tras meterle otro gol a River en un Superclásico e ingresar al grupo de los cinco máximos goleadores del fútbol argentino, se llevó el arco de la Doce a su casa, para que sigan haciendo goles los hijos de sus hijos.

06 junio, 2011

Bombita

En el 2009 andaba en la búsqueda del gen peronista que, suponía, tenía dormido desde los '90 en algún lugar de mi ADN. Entonces escribí dos posteos (1, 2). En el segundo decía algo así:

No encuentro otra forma de lograr una identidad que no sea leyendo. Nunca podría ser parte de un movimiento político que no tenga su propia literatura. El kirchnerismo recuperó una línea histórica más densa y representativa, le devolvió el lenguaje político a la política. El kirchnerismo me obligó a leer, para saber si pertenezco.

Al final, resultó que todos pertenecíamos. Que el kirchnerismo se llenó de literatura, pero no con los nuevos narradores, sino con Belgrano, con San Martín, con El Eternauta. Entonces, con nuestro héroe colectivo a cuestas, todos marchamos por las mismas calles y todos cantamos los cantitos militantes. A veces, sin demasiada reflexión.

Como en la cancha, pero en la calle, mientras el bombo desafina entre las banderas, las palabras retumban cargadas de significado, atravesadas por la historia y tensionadas por el lenguaje popular. Si gritamos levantando una bandera es porque queremos que nuestro mensaje se escuche. Entonces, vale ponerse a pensar qué mensaje queremos dar.

La variedad de cantitos es mucha: hay algunos con más épica, otros con más tablón, otros con humor. Pero hay dos que me parecen significativos para indagar un poco qué pasa entre las juventudes kirchneristas y el lenguaje.

El primero es un revival setentista:

"¡Con los huesos de Aramburu [bis] vamos a hacer una escalera [bis], para que baje del cielo nuestra Evita montonera!"

¿A qué jóvenes del 2011 le hablamos cuando decimos que la gloriosa juventud kirchnerista va a construir una escalera con los huesos de Aramburu? ¿Cómo interpelamos desde ese lugar al pibe que creció en los '90 y nunca vio a su padre tener un trabajo en blanco, al joven que hoy tiene su primer trabajo, al que no pudo terminar la secundaria, al universitario, a la adolescente que quedó embarazada y no sabe qué hacer, al que se conmovió con la muerte de Kirchner y al que no?

Remasterizar el discurso setenstista para que suene igual pero mejor, no sirve para construir kirchenrismo
. Y este cantito es sólo un ejemplo que vale para todas las manifestaciones que intentan crear un puente afectivo y efectista entre la militancia de los '70 y la del 2010, pasando por alto toda nuestra historia democrática.

Nosotros no levantamos las mismas banderas que los 30.000 desaparecidos. Las entendemos, las defendemos, nos conmovemos con su lucha, pero ya no las levantamos. No queremos la revolución. Nosotros pedimos justicia, cárcel a los genocidas y también pedimos profundizar un modelo económico capitalista con más Estado, con más producción y redistribución de la riqueza. Porque somos hijos del uno a uno y de los indultos de Menem y Cavallo. No del exilio de Perón y el Cordobazo.

Lo que hace ruido es la extrapolación ideológica que nos hace repetir sin reflexión los grandes éxitos Montoneros. La actualización más seria e inteligente del discurso Montonero es Bombita Rodríguez. Cuando levantamos las banderas del Néstornauta, tenemos que ser concientes de que esa caritura representa el encuentro de la política y la posmodernidad. No seamos caricaturas de nosotros mismos pidiendo por la revolución que no fue.

En el acto de Huracán Cristina le habló a la juventud. Y dijo algo que me quedó grabado: "No sean iguales a nadie, no traten de imitar a nadie, sean la generación del bicentenario".Una generación que creció en los '90 y volvió a creer en la política a partir del 2003.

Por eso la estrofa que las juventudes le agregan a la marcha peronista es pertinente y clarificadora. Porque traduce en pocas palabras un movimiento histórico que nos encuentra hoy, junio del 2011, militando a favor de un proyecto político de país y no en contra del sistema. El lenguaje popular es necesariamente lo traducible.

“Resistimos en los '90, volvimos en el 2003, junto a Néstor y Cristina, la gloriosa JP”

Néstor logró despertar en nosotros el espíritu de construcción colectiva que había aplastado la hegemonía neoliberal, ahora Cristina nos pide que seamos los mejores entre los jóvenes. Para eso no sólo hay que militar todos los días y poner el cuerpo, sino ser concientes de que por cada chico que milita en nuestras agrupaciones hay 20 que todavía no. Muchos a los que no les interesa o nos les gusta la política y que también tienen que ser interpelados por nuestro leguaje.

El kirchnerismo es popular porque incorpora las contradicciones del pueblo y de la historia como parte del camino a recorrer hacia un país más justo. Ningún gobierno se cae por usar mal el lenguaje, pero la construcción de un discurso con conciencia histórica y popular es tan importante como la inauguración definitiva de la represa Yacyretá, que comenzó a construirse en 1983.






Para terminar, les dejo algunos fragmentos de un posteo de Mendieta que, creo, debería leerse en todas las unidades básica que se multiplican por ahí.
(Leer completo "Mi único héroe")

El héroe kirchnerista no lleva un fusil bajo el brazo. Repitan conmigo: no lleva un fusil bajo el brazo.

El héroe kirchnerista intuye, e intuye porque sabe de sus limitaciones, que no hay más revolución que un reformismo consecuente y obstinado. Y entonces sube las escaleras de a un escalón aunque le sobre aire para hacerlo de a dos. Pero el héroe kirchnerista quiere ganar maratones y cuida el aire.
(...)
El héroe kirchnerista no es ministro, ni secretario de Estado, pero querría serlo y capaz, incluso, lo es. Porque sabe que es en el Estado, en la administración, en los pasillos grises de los ministerios, en los achatados organigramas de provincias y en las oficinas con tubos de neón de las municipalidades, que se hace carne el sentido humildemente trascendente del hacer política.
(...)
El héroe kirchnerista se conmueve con el pasado, lo honra y lo respeta. Pero ha decidido que ya hubo demasiada oscuridad como para enarbolar consignas que idolatren la muerte. Por eso no está dispuesto a dar la vida, sino a vivirla en una comunidad que viva mejor. Por eso, el héroe kirchnerista es profundamente democrático y gusta de ganar elecciones.
(...)
El héroe kirchenrista, amigos, lleva, bajo el brazo, un expediente. O un acta de constitución de una cooperativa. O una libreta donde están las vacunas para cobrar la AUH.