20 diciembre, 2010

Cucu

Esta noche,desde las 20, en el espacio cultural Casa Abierta, Brown 1018.

MIS AMIGOS PERONISTAS (WASHINGTON CUCURTO)

Ya no me saludan, ayer,
en un festival de poesía me los encontré a todos, cuántos días sin verlos,
poetas peronistas del 90, buenos muchachos...
admiradores de la Montaña Mágica, de la credibilidad
de la realidad que se
rompe.
Qué alegría de verlos... están frente a mí,
qué sensación, están todos los cerebros lúcidos
de la vieja patria peronista y montonera
que sólo existe en un par de versos prodigiosos...
Es otoño, muchachos, salgan a las calles.
Una alegría de verlos, gran emoción
pensé en abrazarlos...
Mas mi amigos peronistas ni un “hola”,
yo andaba como siempre pensando en mis hijos
con mi compañera cartonera hablándole a gente de Gonzalo Millán,
de la importancia para el mundo que tiene la alegría de La Casa de Cartón,
Martín Adán...
para el mundo del Instituto Goethe del centro de la Ciudad...
Ayer, con mis amigos peronistas
comíamos pizzas,
jugábamos al fútbol, hablábamos de poesía, la mente burguesa
no inundaba la esfera de las atrocidades
¿qué fue de los crecimientos libres, de las estéticas liberadoras?
¿Qué fue, dónde carajo está la poesía del futuro que cambiaría
el mundo? ¿Qué hacen con la cabeza llena de formalidades, vanguardias y retaguardias?
Siguen envueltos en la seda de la poesía igual que en un capullo...
subnormales, 30 % de hombres, Fidel los hubiera colgado a todos...
tendidos humildemente para que el capitalismo se los culee.

Ángeles guardianes de la esfera del oro,
practicantes de la mejor poesía,
ya ni me ven,
ni me saludan, ayer, nomás,
pensar que me querían tanto,
y yo sigo siendo aquél
que ayer nomás decía
el canto azul y la canción profana
ayer...
hoy, soy invisible,
les gritó “¡Oa, muchachos, mírenme!”

¡Es otoño, muchachos!

Acá estoy, mírenme
trabajo cada día más,
mis amigos peronistas se volvieron viejos y panzudos,
hasta pelados, a mí no me llegará la vejez a los 45 años y pelado,
jamás la vejez me llegará pelado, sino con canas blancas, pero jamás pelado,
y qué exito
tendré con las mujeres: Imaginensé:
un negro con una cabellera blanca.
Completamente blanco.
Mis amigos peronistas, ex admiradores de montos, porque montos no pudieron ser,
no les daba el cuero, tenían cinco años.
Pero disfrutaron de la década del 90 más que cualquier monto,
de las putas dominicanas,
Brasil, los viajes a la Conchinchina...
La pasaron bien.
Mis amigos peronistas ya no son más amigos míos,
comentan del cartonerío como una mala salida, se volvieron viejos,
ya no pueden correr una pelota,
están pelados y panzones...
... Yo tengo la necesidad... de comprar...:
cuatro prestobarbas por semana,
voy 3 veces al mes al peluquero...
Soy el lobizón en un mundo de finlandeses...

¡Es otoño, muchachos salgan a la calle,
no me hablen más de rimas!
Este poema es para que quede bien en claro...
qué es el peronismo... peronismo, sagrada palabra...
Mis amigos peronistas tienen el peor concepto del peronismo,
creen que el peronismo es la interpretación,
la intelectualidad burguesa,
muchachos, viejos del orto, el peronismo es juventud...
no se puede ser peronista sin ser joven.

Regla número 1:

En el viejo y revolucionario Partido
no se aceptan viejos chotos pelados
pálidos sin vida. E incapaces de
agarrar una pala, poner agua en un termo.

Regla número 2:

El Viejo Partido, no acepta
poetas sicoanalizados...
El sicoanalista del pueblo es Juan Perón...
El antiquísimo Partido no se encontrará nunca
con los grandes poetas peronistas de este país.
No aplasta el culo a la silla diez horas por día.
Yo aplasto el culo diez horas y otras 20 corro, corto, cojo, boxeo y escribo poemas a favor de mis amigos peronistas.
Mi día tiene 40 horas.
Mi día no se acaba nunca, no conoce la oscuridad,
en él retumba la cumbia... como en mi corazón...
Además tengo dos hijos y hermanos, compañeros del trabajo,
y tengo dos mujeres de este pueblo, ellas no escriben versos,
no pierden el tiempo en reuniones de poetas o presentaciones de libros,
mis dos mujeres trabajan cada día,
ellas son el triunfo final, de sus vientres saldrán
las personas que harán olvidar a estos viejos chotos,
pelados del orto, ellas están de parte de la vida, son la vida,
me dan vida y retoños hasta que cumpla 80 años.
Mis amigos peronistas, burgueses subsidiados por sus padres o el estado,
o la renta, hijos de políticos, de profesores, de ex montos que ahora tienen empresas, el zorzal llama a los montos,
el monto llamo al mono
pero el mono se ha independizado
ahora lee y escribe y certifica
“no se hace llamar peronista”.

Dice el burgués horrendo, cerdo acodado en los medios del Poder:
“Están envueltos en la red de la poesía, igual que en un capullo”.
Yo agregaría, de estos judíos saldrá el monstruo o mariposa,
palidez y panz

11 diciembre, 2010

La superficie

Digresiones sobre un cuento de ciencia ficción
que leí cuando vivía en la superficie.


I
-Lo que pasó fue mucho, mucho peor que una sequía.
-¿Qué es una sequía?
-Hace unos 15 años, mucho antes de que nacieras, caía agua del cielo. Le decíamos lluvia, y esa lluvia hacía que podamos vivir en la superficie. Cuando dejó de llover, la sequía terminó con todo. Nadie pudo prever el desastre.
-¿Vivían en la superficie y no se quemaban con el sol?
-No, antes podías estar horas al sol. Salía a la mañana, a eso le decíamos día, y cuando se ocultaba era la noche. El sol y la lluvia eran fundamentales para producir alimentos. El Goo no existía, comíamos animales y vegetales.
-Puaj. Contame de cuando lo conociste a Pereti.
-Las tormentas comenzaron en el 2010, el país en que vivíamos se llamaba Argentina, y la ciudad Bahía Blanca, estaba a unos 60 kilómetros de acá...

II
-Empezó como una tormenta normal, hacía meses que la ciudad estaba tapada de tierra. La gente sólo salía de la casa a buscar su ración agua. La emergencia era extrema en todo el mundo, pero nunca nadie pensó…
-¿Cuándo lo conociste a Pereti?
-¿Otra vez querés que te cuente la historia de Pereti?

-Sí.

-Te cuento de la tormenta, como se construyó este refugio, como sobrevivimos…

-Mejor contame cómo conociste a Pereti.

-Está bien, Pereti siempre estaba solo…

En medio del océano, estaba completamente solo. Joe Pereti. Abajo, el Goo. El alimento perfecto. Todo el día juntando estos bichos de mierda. Los cosechadores cobraban 530 dólares por turno. Más de lo que ganaba un ingeniero. Porque, la verdad, ¿Para qué sirve un ingeniero acá abajo?.


III

-Pereti había sido pescador en el puerto de Ingeniero White...

-¿Un puerto? ¿Y a dónde se lo llevaron?
-No se lo llevaron a ningún lado. Antes los puertos no flotaban, estaban construidos sobre la superficie y servían para recibir a los barcos, cargarlos y descargarlos.
-¿Y que pasó?
-Casi no quedó nada de todo eso, ruinas. La sequía aniquiló todo. Cuando la tormenta del 2015 terminó con la vida en la superficie, sólo quedamos los constructores de los refugios y los recolectores, que ya estábamos viviendo abajo.

Pereti había sido pescador. El mejor. Incluso cuando la pesca había mermado muchísimo en la ría, él salía y sacaba. Siempre sacaba. Por eso, para Pereti recolectar Goo era tan sencillo que hacía el trabajo de tres jornadas en una sola. En parte por su habilidad y en parte, también, porque no seguía todos los protocolos.

El Goo recién sacado del mar era altamente tóxico. Surgió de una extraña mutación del plancton por la radiación solar extrema y se convirtió en la materia prima para elaborar el alimento universal que salvó a los humanos de la extinción total. Y no solo los salvó, si no que los hizo inmunes a casi todas las enfermedades y alargó la expectativa de vida 50 años. Pereti tenía 105 cuando ocurrió el incidente.


IV

Era difícil definir los refugios con el lenguaje de la superficie. Tenían el nombre genérico de "Torres". La de la costa del sur bonaerense, donde vivió Pereti, era la Torre Pehuen Co. Podían trasladarse en el mar, por lo tanto eran barcos. Pero también podían anclarse al fondo del océano y contenían en su interior ciudades, lo que las convertía en islas. Sin embargo, las torres respiraban abajo del agua para brindarle oxígeno al interior, entonces se podría decir también que eran ballenas gigantes...

-Un día Pereti se encontraba en plena actividad, llenando los tambores de bichos, cuando uno de los animales saltó de la red y le manchó el guante. Según el protocolo de seguridad, su jornada estaba terminada. Debía volver a la torre, someterse a una desinfección y tomarse una semana de licencia y aislamiento.
-¿Si hacía eso se salvaba?
-Seguramente. Cuando yo lo vi ya estaba perdido.

Pereti se miró el guante, lo sacudió un poco para que se desprendiera la parte más gruesa y gelatinosa del Goo y, cuidándose de que nadie lo viera, metió la mano en el agua y la sacó rápido. Listo. En la torre, al término del día, lo esperaba Peggy Flinn. Una rubia a la que le encantaba la plata y le encantaba escuchar al viejo Pereti hablando de si mismo durante horas, tener sexo unos minutos y quedarse dormidos.

-Pereti volvió al atardecer, con los tres tambores llenos y cerrados herméticamente. Dejó su vote amarrado en el puerto, la parte más alta de la torre, y entró. Una vez a salvo de la radiación, se quitó el casco. Se miró al espejo, se arregló el pelo y se secó la transpiración. Cuando sintió el guante mojado sobre la frente, se acordó del incidente de esa tarde. Se miró la frente: nada. Miró una vez más el guante: nada. Peggy lo sorprendió tomándolo de la cintura. Pereti tardó unos segundos en reaccionar y bajaron juntos a la ciudad.

V
Peggy se movía suavemente arriba de Pereti, que esa noche no podía concentrarse. Cuando ella se aburrió, se corrió a un costado y estiró las piernas dentro de las sábanas. Pereti no dijo nada. No percibía nada extraño en su cuerpo, pero se sentía observado. Como si las paredes tuvieran ojos. Ojos acusatorios. Ojos despechados. Las sábanas se empezaron a pegar a su cuerpo. Las corrió. Quedó desnudo, arrugado, mirando al techo. Alguien le tocó la cara. ¿Me querés?, escuchó que le decían al oído. Estiró la mano y prendió la luz: Peggy dormía. ¿Me querés?, repitió la almohada.

-La infección del Goo no tiene cura, no hay patrón a seguir, en cada persona se desarrolla de acuerdo a su personalidad. Es un trastorno grave en la percepción. El mundo exterior cobra vida y se convierte en un espejo de la imagen que cada persona tiene sobre si misma.
-¿Y a Pereti qué le pasó?
-Todos los objetos que lo rodeaban se enamoraron de él. Con un amor enfermizo y agresivo. Seguramente, él estaba enamorado de sí mismo.
-¿Son peligrosos los infectados?
-Nunca se puede saber. Por eso se los mantiene aislados. Cuando descubrió que estaba enfermo, Pereti intentó escapar. Anduvo escondiéndose por la ciudad, pero no podía huir de su piel. No lo pudo soportar. Ahí fue cuando lo conocí. Llegó en muy mal estado. Desnudo y lastimado. En la calle había recibido el ataque de todo tipo de objetos. Lo único que quería era dormir. Tuvimos vaciar la celda.
-¿Cuánto tiempo lo tuvieron encerrado?
-Poco. Ya no quería comer Goo y murió de hambre -el padre hizo una pausa como para dar por terminada la historia -Bueno, ahora vamos a dormir, otro día te cuento de como construimos la torre, justo antes de la tormenta.
-¡Papá! -gritó de pronto el chico mientras se incorporaba en la cama -¡Cuidado!
-¿Qué pasa hijo?
-¡No te muevas! ¡La silla, la silla te está mordiendo la pierna!




Este breve relato fantástico está inspirado en el cuento Veo a un hombre sentado en una silla y la silla le esta mordiendo la pierna (I see a man sitting in a chair and the chair is biting his leg), 1967, de Robert Sheckley y Harlan Ellison, y en las tormentas que el verano pasado y recientemente llenaron de tierra a Bahía Blanca. La foto es de Jimmy Chaban, quien me acercó el cuento.

10 diciembre, 2010

Digresiones sobre un cuento de ciencia ficción que leí cuando vivía en la superficie - parte IV

Parte IV

Era difícil definir los refugios con el lenguaje de la superficie. Tenían el nombre genérico de "Torres". La de la costa del sur bonaerense, donde vivió Pereti, era la Torre Pehuen Co. Podían trasladarse en el mar, por lo tanto eran barcos. Pero también podían anclarse al fondo del océano y contenían en su interior ciudades, lo que las convertía en islas. Sin embargo, las torres respiraban abajo del agua para brindarle oxígeno al interior, entonces se podría decir que eran ballenas gigantes...

-Un día Pereti se encontraba en plena actividad, llenando los tambores de bichos, cuando uno de los animales saltó de la red y le manchó el guante. Según el protocolo de seguridad, su jornada estaba terminada. Debía volver a la torre, someterse a una desinfección y tomarse una semana de licencia y aislamiento.
-¿Si hacía eso se salvaba?
-Seguramente. Cuando yo lo vi ya estaba perdido.

Pereti se miró el guante, lo sacudió un poco para que se desprendiera la parte más gruesa y gelatinosa del Goo y, cuidándose de que nadie lo viera, metió la mano en el agua y la sacó rápido. Listo. En la torre, al término del día, lo esperaba Peggy Flinn. Una rubia a la que le encantaba la plata y le encantaba escuchar al viejo Pereti hablando de si mismo durante horas, tener sexo unos minutos y quedarse dormidos.

-Pereti volvió al atardecer, con los tres tambores llenos y cerrados herméticamente. Dejó su vote amarrado en el puerto, la parte más alta de la torre, y entró. Una vez a salvo de la radiación, se quitó el casco. Se miró al espejo, se arregló el pelo y se secó la transpiración. Cuando sintió el guante mojado sobre la frente, se acordó del incidente de esa tarde. Se miró la frente: nada. Miró una vez más el guante: nada. Peggy lo sorprendió tomándolo de la cintura. Pereti tardó unos segundos en reaccionar y bajaron juntos a la ciudad.

Digresiones sobre un cuento de ciencia ficción que leí cuando vivía en la superficie

Parte III


-Pereti había sido pescador en el puerto de Ingeniero White...
-¿Un puerto en White? ¿Y a dónde se lo llevaron?
-No se lo llevaron a ningún lado. Antes los puertos no flotaban, estaban construidos sobre la superficie y servían para recibir a los barcos, cargarlos y descargarlos.
-¿Y que pasó?
-Casi no quedó nada de todo eso, ruinas. La sequía aniquiló todo. Cuando la tormenta del 2015 terminó con la vida en la superficie, sólo quedamos los constructores de los refugios y los recolectores, que ya estábamos viviendo abajo.


Pereti había sido pescador. El mejor. Incluso cuando la pesca había mermado muchísimo en la ría, él salía y sacaba. Siempre sacaba. Por eso, para Pereti recolectar Goo era tan sencillo que hacía el trabajo de tres jornadas en una sola. En parte por su habilidad y en parte, también, porque no seguía todos los protocolos.


El Goo recién sacado del mar era altamente tóxico. Surgió de una extraña mutación del plancton por la radiación solar extrema y se convirtió en la materia prima para elaborar el alimento universal que salvó a los humanos de la extinción total. Y no solo los salvó, si no que los hizo inmunes a casi todas las enfermedades y alargó la expectativa de vida 50 años. Pereti tenía 105 cuando ocurrió el incidente.


Parte II


-Empezó como una tormenta normal, hacía meses que la ciudad estaba tapada de tierra. La gente sólo salía de la casa a buscar su ración agua. La emergencia era extrema en todo el mundo, pero nunca nadie pensó…
-¿Cuándo lo conociste a Pereti?

-¿Otra vez querés que te cuente la historia de Pereti?

-Sí.

-Te cuento de la tormenta, como se construyó este refugio, como sobrevivimos…

-Mejor contame cómo conociste a Pereti.

-Está bien, Pereti siempre estaba solo…

En medio del océano, estaba completamente solo. Joe Pereti. Abajo el Goo. El alimento perfecto. Todo el día juntando estos bichos de mierda. Los cosechadores cobraban 530 dólares por turno. Más de lo que ganaba un ingeniero. Porque, la verdad, ¿Para qué sirve un ingeniero acá abajo? Pereti se dio cuenta antes que todos.



Parte I

-Lo que pasó fue mucho, mucho peor que una sequía.
-¿Qué es una sequía?
-Hace unos 15 años, mucho antes de que nacieras, caía agua del cielo. Le decíamos lluvia, y esa lluvia hacía que podamos vivir en la superficie. Cuando dejó de llover, la sequía terminó con todo. Nadie pudo prever el desastre.
-¿Vivían en la superficie y no se quemaban con el sol?
-No, antes podías estar horas al sol. Salía a la mañana, a eso le decíamos día, y cuando se ocultaba era la noche. El sol y la lluvia eran fundamentales para producir alimentos. El Goo no existía, comíamos animales y vegetales.
-Puaj, ¿Cuándo lo conociste a Pereti?
-La tormenta fue en el 2010, el país en que vivíamos se llamaba Argentina, y la ciudad Bahía Blanca, estaba a unos 60 kilómetros de acá...

03 diciembre, 2010

El poema de la década

Escrito entre 1999 y 2000, este poema del libro Poesía cilvil de Sergio Raimondi anticipa el hecho económico, político y cultural que abriría la puerta de salida a la profunda crisis argentina: el giro chino que, dejando de lado premisas culturales milenarias, se propone tener una agricultura más eficiente. Esa determinación cambiaba por entonces el paisaje portuario de Ingeniero White, y Sergio escribía esto:


Cargill & Pound

Según el Financial Times, China estaría dispuesta
a importar cereal y abandonar así su antigua política
de total auto – abastecimiento. There is worship
in plowing, escribió Pound, algo así como: “Se adora
al arar”. Y escribió también que Ching Ning, en el dos
mil y algo antes de Cristo, mudó su corte y dijo al iniciar
el mercado un mediodía: Bring what we have not here,
es decir: “Traed lo que no tenemos aquí”. Según análisis
de la corporación Cargill, revelados en un encuentro
realizado en mil novecientos noventa y nueve en Shangai:
a. El precio del cereal cosechado en la zona de Jilin
es un treinta por ciento superior al del mercado mundial;
b. el programa estatal de fomento a la agricultura dilapida
mayores divisas de las que habría que pagar por cereal
importado; c. erosión del suelo, deterioro de las reservas
de agua y una amplia destrucción del ambiente constituyen
las consecuencias del obligado cultivo intensivo;
d. urge un plan agrario más eficaz, con reducción de controles
estatales y promoción comercial con otros países y empresas,
a fin de abaratar los alimentos diarios e impulsar y extender
el gasto de la población hacia otros bienes. When the cranes
fly high, think of plowing. Es probable que, cuando el poeta
escribía, la China arcaica sólo estuviera en su cabeza.
Por ende sólo en su cabeza habría que hallar el alto ciprés
por fuertes muros rodeado, junto a cuya sombra yacen
Fu Hin, quien enseñó a los hombres a cultivar cebada,
y las huellas de esos mismos hombres que aún lo visitan.