10 diciembre, 2010

Digresiones sobre un cuento de ciencia ficción que leí cuando vivía en la superficie - parte IV

Parte IV

Era difícil definir los refugios con el lenguaje de la superficie. Tenían el nombre genérico de "Torres". La de la costa del sur bonaerense, donde vivió Pereti, era la Torre Pehuen Co. Podían trasladarse en el mar, por lo tanto eran barcos. Pero también podían anclarse al fondo del océano y contenían en su interior ciudades, lo que las convertía en islas. Sin embargo, las torres respiraban abajo del agua para brindarle oxígeno al interior, entonces se podría decir que eran ballenas gigantes...

-Un día Pereti se encontraba en plena actividad, llenando los tambores de bichos, cuando uno de los animales saltó de la red y le manchó el guante. Según el protocolo de seguridad, su jornada estaba terminada. Debía volver a la torre, someterse a una desinfección y tomarse una semana de licencia y aislamiento.
-¿Si hacía eso se salvaba?
-Seguramente. Cuando yo lo vi ya estaba perdido.

Pereti se miró el guante, lo sacudió un poco para que se desprendiera la parte más gruesa y gelatinosa del Goo y, cuidándose de que nadie lo viera, metió la mano en el agua y la sacó rápido. Listo. En la torre, al término del día, lo esperaba Peggy Flinn. Una rubia a la que le encantaba la plata y le encantaba escuchar al viejo Pereti hablando de si mismo durante horas, tener sexo unos minutos y quedarse dormidos.

-Pereti volvió al atardecer, con los tres tambores llenos y cerrados herméticamente. Dejó su vote amarrado en el puerto, la parte más alta de la torre, y entró. Una vez a salvo de la radiación, se quitó el casco. Se miró al espejo, se arregló el pelo y se secó la transpiración. Cuando sintió el guante mojado sobre la frente, se acordó del incidente de esa tarde. Se miró la frente: nada. Miró una vez más el guante: nada. Peggy lo sorprendió tomándolo de la cintura. Pereti tardó unos segundos en reaccionar y bajaron juntos a la ciudad.

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