01 diciembre, 2008

De González Catán, en colectivo

Daniel llegó a la terminal de ómnibus de Bahía Blanca hace un año con un par de zapatillas, un vaquero, ropa interior y algunas remeras. La mochila no pesaba más que su pasado.

Su familia quedó en González Catán (localidad del partido bonaerense de La Matanza), con sentimientos encontrados tras la partida: ilusión y una profunda tristeza.

Aquí su vida cambió por completo. Consiguió trabajo, alquiló una pieza con baño privado en una pensión de la calle Brown y pudo comprarse un par de mudas de ropa.

Allá aún no pueden creer su progreso.

“Me tuve que ir porque me querían bajar”, explicaba Dani, como le dice su madre, una adepta al Evangelismo.

Es el mayor entre ocho hermanos. Su padre, el pastor de la iglesia, falleció cuando él tenía 12 años. Actualmente cuenta 24, la mayoría agitados a partir del trágico desenlace.

“Fue cuando conocí la droga y me despeloté”, continuaba mientras llenaba la ronda de vasos con cerveza en la vereda de un pub ubicado en Salta y Urquiza. Gotas que caían de manera intermitente le humedecían el cabello.

Lucía orgulloso por haber reencausado su vida. Costaba creerle, pero no tenía sentido pensar lo contrario. Después de todo prefirió sentarse en una mesa de un boliche de clase media-alta, beber un poco y contar sus complicadas experiencias antes que fumar o aspirar algo.

Lo que más le dolía era la consciencia. Su familia sufría y él era el culpable.

La odisea comenzaba el viernes por la tarde planeando un robo y concluía el domingo con su madre llorando.

“Cuando estábamos con un par de `pintas’ (amistades) fumábamos marihuana. Para no dormirnos tomábamos merca”, aseguraba sin pestañar.

Los 200 pesos de promedio que conseguía cada 7 días no tenían otro destino que el asado y las drogas.

La modalidad para los comercios era siempre la misma. En primer lugar había que salir a “caretearla” (vigilar pacientemente los movimientos durante una semana). Si al cabo de ese período existía algún momento en el que el negocio se encontraba “regalado” (sin vigilancia ni policías en las inmediaciones) no había más que buscar el “fierro”, cargarlo y drogarse a la hora exacta.


“No nos importaba nada”, explicaba ante el silencio de sus amigos.

También se encargaba de llevar taxis a un desarmadero. Se subían con una “pinta” femenina que simulaba estar embarazada. Varias cuadras más adelante Dani sacaba el arma y se la apoyaba al chofer en la cabeza.

“¡Quedate quieto y hacé lo que te digo `vieja’! ¡Pará...!, doblá acá y bajate o te limpio”, recordaba.

Las mejillas se le pusieron un tanto coloradas. El alcohol le había dado la posibilidad de desahogarse. Siguió adelante con su historia repitiendo insistentemente que hace un año que no le dieron más ganas de convertirse en aquel sujeto que protagonizaba su relato.

“No maté nunca a nadie porque Dios no quiso. Gracias a él pude reencausar mi vida”, suspiró.

La aventura que duró más de 10 años concluyó una madrugada cuando su madre, cansada de sufrir, consiguió hacerle entender que no había sido criado para ser un ladrón.

“Esas palabras me mataron”, recordó.

Para colmo, unos días antes había realizado un trabajo junto a los hermanos Mario y Sandro, vecinos, quienes no quisieron darle su porción de la torta.

Entonces, una noche en las que el humo de la marihuana y una helada aspiración blanca le atraparon el pensamiento fue a buscarlos con mucha ira.

"A las piñas no muere nadie, estaba convencido, por eso fui a darles", decía.

Fue cuando se la juraron. No se lo dijeron explícitamente, pero en las esquinas de González Catán se respiraba la sensación de que la venganza llegaría.

La madrugada comenzó a darle paso al amanecer. Las gotas caían cada vez con menos intensidad. Dani aseguró que se fue del barrio por amor a su familia.

Las negras nubes del invierno le dieron paso unos finos rayos de sol que comenzaron a calentar lentamente la humedad de sus ojos. En el fondo del pub “Lule” terminaba de cantar las estrofas del tema Dieguitos y Mafaldas, de Joaquín Sabina. La tormenta concluyó. El domingo bahiense se despertó anticipando la primavera. El lunes, Dani volvió al trabajo con una sonrisa.

6 comentarios:

Oso de Almafuerte dijo...

Sí, es largo, pero bueh...

Jimmy Chaban dijo...

Es heavy.

Oso de Almafuerte dijo...

Death o Trash Metal diría.

musiquita dijo...

Qué harían los hombres sin sus respectivas madres! Fijate que con algo tan simple... Saludos!

AEZ dijo...

Güena, Oso. Ahora contá cómo lo conociste...

Oso de Almafuerte dijo...

M: es cierto. A veces tiene las palabras justas, excepto cuando dicen: "Andá a sacar la basura, cortá el cesped, hacete la cama, lavá los platos" insistentemente.
AEZ: Ok, lo contaré en el próximo posteo.