11 diciembre, 2010

La superficie

Digresiones sobre un cuento de ciencia ficción
que leí cuando vivía en la superficie.


I
-Lo que pasó fue mucho, mucho peor que una sequía.
-¿Qué es una sequía?
-Hace unos 15 años, mucho antes de que nacieras, caía agua del cielo. Le decíamos lluvia, y esa lluvia hacía que podamos vivir en la superficie. Cuando dejó de llover, la sequía terminó con todo. Nadie pudo prever el desastre.
-¿Vivían en la superficie y no se quemaban con el sol?
-No, antes podías estar horas al sol. Salía a la mañana, a eso le decíamos día, y cuando se ocultaba era la noche. El sol y la lluvia eran fundamentales para producir alimentos. El Goo no existía, comíamos animales y vegetales.
-Puaj. Contame de cuando lo conociste a Pereti.
-Las tormentas comenzaron en el 2010, el país en que vivíamos se llamaba Argentina, y la ciudad Bahía Blanca, estaba a unos 60 kilómetros de acá...

II
-Empezó como una tormenta normal, hacía meses que la ciudad estaba tapada de tierra. La gente sólo salía de la casa a buscar su ración agua. La emergencia era extrema en todo el mundo, pero nunca nadie pensó…
-¿Cuándo lo conociste a Pereti?
-¿Otra vez querés que te cuente la historia de Pereti?

-Sí.

-Te cuento de la tormenta, como se construyó este refugio, como sobrevivimos…

-Mejor contame cómo conociste a Pereti.

-Está bien, Pereti siempre estaba solo…

En medio del océano, estaba completamente solo. Joe Pereti. Abajo, el Goo. El alimento perfecto. Todo el día juntando estos bichos de mierda. Los cosechadores cobraban 530 dólares por turno. Más de lo que ganaba un ingeniero. Porque, la verdad, ¿Para qué sirve un ingeniero acá abajo?.


III

-Pereti había sido pescador en el puerto de Ingeniero White...

-¿Un puerto? ¿Y a dónde se lo llevaron?
-No se lo llevaron a ningún lado. Antes los puertos no flotaban, estaban construidos sobre la superficie y servían para recibir a los barcos, cargarlos y descargarlos.
-¿Y que pasó?
-Casi no quedó nada de todo eso, ruinas. La sequía aniquiló todo. Cuando la tormenta del 2015 terminó con la vida en la superficie, sólo quedamos los constructores de los refugios y los recolectores, que ya estábamos viviendo abajo.

Pereti había sido pescador. El mejor. Incluso cuando la pesca había mermado muchísimo en la ría, él salía y sacaba. Siempre sacaba. Por eso, para Pereti recolectar Goo era tan sencillo que hacía el trabajo de tres jornadas en una sola. En parte por su habilidad y en parte, también, porque no seguía todos los protocolos.

El Goo recién sacado del mar era altamente tóxico. Surgió de una extraña mutación del plancton por la radiación solar extrema y se convirtió en la materia prima para elaborar el alimento universal que salvó a los humanos de la extinción total. Y no solo los salvó, si no que los hizo inmunes a casi todas las enfermedades y alargó la expectativa de vida 50 años. Pereti tenía 105 cuando ocurrió el incidente.


IV

Era difícil definir los refugios con el lenguaje de la superficie. Tenían el nombre genérico de "Torres". La de la costa del sur bonaerense, donde vivió Pereti, era la Torre Pehuen Co. Podían trasladarse en el mar, por lo tanto eran barcos. Pero también podían anclarse al fondo del océano y contenían en su interior ciudades, lo que las convertía en islas. Sin embargo, las torres respiraban abajo del agua para brindarle oxígeno al interior, entonces se podría decir también que eran ballenas gigantes...

-Un día Pereti se encontraba en plena actividad, llenando los tambores de bichos, cuando uno de los animales saltó de la red y le manchó el guante. Según el protocolo de seguridad, su jornada estaba terminada. Debía volver a la torre, someterse a una desinfección y tomarse una semana de licencia y aislamiento.
-¿Si hacía eso se salvaba?
-Seguramente. Cuando yo lo vi ya estaba perdido.

Pereti se miró el guante, lo sacudió un poco para que se desprendiera la parte más gruesa y gelatinosa del Goo y, cuidándose de que nadie lo viera, metió la mano en el agua y la sacó rápido. Listo. En la torre, al término del día, lo esperaba Peggy Flinn. Una rubia a la que le encantaba la plata y le encantaba escuchar al viejo Pereti hablando de si mismo durante horas, tener sexo unos minutos y quedarse dormidos.

-Pereti volvió al atardecer, con los tres tambores llenos y cerrados herméticamente. Dejó su vote amarrado en el puerto, la parte más alta de la torre, y entró. Una vez a salvo de la radiación, se quitó el casco. Se miró al espejo, se arregló el pelo y se secó la transpiración. Cuando sintió el guante mojado sobre la frente, se acordó del incidente de esa tarde. Se miró la frente: nada. Miró una vez más el guante: nada. Peggy lo sorprendió tomándolo de la cintura. Pereti tardó unos segundos en reaccionar y bajaron juntos a la ciudad.

V
Peggy se movía suavemente arriba de Pereti, que esa noche no podía concentrarse. Cuando ella se aburrió, se corrió a un costado y estiró las piernas dentro de las sábanas. Pereti no dijo nada. No percibía nada extraño en su cuerpo, pero se sentía observado. Como si las paredes tuvieran ojos. Ojos acusatorios. Ojos despechados. Las sábanas se empezaron a pegar a su cuerpo. Las corrió. Quedó desnudo, arrugado, mirando al techo. Alguien le tocó la cara. ¿Me querés?, escuchó que le decían al oído. Estiró la mano y prendió la luz: Peggy dormía. ¿Me querés?, repitió la almohada.

-La infección del Goo no tiene cura, no hay patrón a seguir, en cada persona se desarrolla de acuerdo a su personalidad. Es un trastorno grave en la percepción. El mundo exterior cobra vida y se convierte en un espejo de la imagen que cada persona tiene sobre si misma.
-¿Y a Pereti qué le pasó?
-Todos los objetos que lo rodeaban se enamoraron de él. Con un amor enfermizo y agresivo. Seguramente, él estaba enamorado de sí mismo.
-¿Son peligrosos los infectados?
-Nunca se puede saber. Por eso se los mantiene aislados. Cuando descubrió que estaba enfermo, Pereti intentó escapar. Anduvo escondiéndose por la ciudad, pero no podía huir de su piel. No lo pudo soportar. Ahí fue cuando lo conocí. Llegó en muy mal estado. Desnudo y lastimado. En la calle había recibido el ataque de todo tipo de objetos. Lo único que quería era dormir. Tuvimos vaciar la celda.
-¿Cuánto tiempo lo tuvieron encerrado?
-Poco. Ya no quería comer Goo y murió de hambre -el padre hizo una pausa como para dar por terminada la historia -Bueno, ahora vamos a dormir, otro día te cuento de como construimos la torre, justo antes de la tormenta.
-¡Papá! -gritó de pronto el chico mientras se incorporaba en la cama -¡Cuidado!
-¿Qué pasa hijo?
-¡No te muevas! ¡La silla, la silla te está mordiendo la pierna!




Este breve relato fantástico está inspirado en el cuento Veo a un hombre sentado en una silla y la silla le esta mordiendo la pierna (I see a man sitting in a chair and the chair is biting his leg), 1967, de Robert Sheckley y Harlan Ellison, y en las tormentas que el verano pasado y recientemente llenaron de tierra a Bahía Blanca. La foto es de Jimmy Chaban, quien me acercó el cuento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno!!!!! hay continuacion?