05 julio, 2007

poesía & política

El carácter político de la poesía es de naturaleza lingüística, pues trabaja contra una retórica del consenso que no deja, por eso mismo, de transmitir una experiencia al público. Allí dónde el acuerdo comunal ancla en el discurso, allí donde se instala un significado cristalizado, el discurso poético corroe lo que se establece como cierto.

Carlos Batillana, “Poesía política y subjetividad”, Cuadernos del Sur, EdiUns, Bahíanca2004.

¿Qué nos dice la cita anterior?

La poesía no se relaciona con la política plegándose a los grandes discursos (de izquierda a derecha) sino que en la acción de corroerlos, problematizarlos, renovarlos marca su grado de acción política.

En ese sentido presentamos el poema de Gambarotta que de alguna manera interviene una expresión consagrada del lenguaje político popular, para preguntarse (desencaje violento, o humorístico de por medio) por su validez o persistencia.

En el mismo orden el poema de Raimondi (parte de un diccionario que pretende resignificar la lengua) problematiza la aplicación de un modelo (con su respectivo discurso) en coyunturas disímiles.

El poema de Urondo aparece como representante de la poesía de los ’60 –’70 y quizá sea el poema que más se mimetice con el discurso político (combativo) de su época, signada por el clima optimista de renovación que traían las políticas de izquierda.

Para complicar más este panorama, traemos a Shelley un exponente por excelencia del romanticismo inglés. Aunque el ideario que pervive del romanticismo presente a este movimiento como evasivo y florido, no hay que dejar de lado que sus primeros gestos estuvieron cargados de una actitud combativa frente a la incipiente sociedad industrializada del siglo XVIII.

Con todo esto queremos apenas dar una muestra de esta relación, presentándola como un complejo de actitudes frente al lenguaje que no se resuelve en una mera transposición de discursos.

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