08 enero, 2009

El cementerio de los zapatos (segunda parte)

Misteriosa Bahía Blanca III

Esa tarde, cuando fui a pagar el arreglo de los botines, la zapatería ya no estaba. En esa callecita del barrio Universitario, la más angosta de la ciudad, no había zapatería alguna. El día anterior antes de escapar aterrado, el zapatero había gritado el nombre de un lugar: el Barrioparque. Tenía que encontrarlo.

El capitalismo salvaje es una gran mentira. Una metáfora creada por ellos. Nadie arregla sus zapatos porque es más fácil comprar unos nuevos, se quejan buscando compasión. Pero todo es un engaño para ocultar sus creencias. Para resguardar el secreto que los mantiene vivos. Es más fácil creer en el capitalismo salvaje, que creer en vampiros. Aunque no estamos hablando estrictamente de vampiros, los zapateros son lo más cercano que conocí.

En un mapa la única referencia que encontré fue el Barrio Parque Patagonia. Después de dar vueltas en círculo un par de horas, crucé la ruta que va al Aeropuerto. Ya empezaba a caer el sol y yo me había adentrado por terrenos baldíos con pastos secos que me llegaban a las rodillas.


Tenía que volver. Encendí las luces de la moto y ahí estaba. En una mata de arbustos colgaba la gorra blanca con el nombre de la zapatería. Apagué las luces. Justo después de la planta el terreno hacía un declive imposible de ver a la distancia. Me acerqué sigiloso, acompañado por el ruido del viento y de los insectos. En ese pozo había un cementerio de zapatos. Apenas el sol cruzó la línea del horizonte aparecieron como sombras, todos traían zapatos en las manos, los dejaban en una pila a los pies de un hombre alto y flaco, con delantal de cuero.

En el motón reconocí a mi zapatero, primero por la pelada, después por la ropa. Era la misma que llevaba puesta el día anterior, pero mas sucia y gastada. El hombre alto fue el primero en agarrar un zapato con sus dos manos y morderlo desesperadamente. Después todos se abalanzaron e hicieron lo mismo. No quise ver más. Procuré no moverme. Me acosté en un huequito en la tierra para esperar hasta que llegara el nuevo día. Eran animales. Era su alimento. Antes de cerrar los ojos me saqué las zapatillas y las tiré bien lejos.

3 comentarios:

AEZ dijo...

Buenaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa...

Pero no seas zapato: qué no van a existir los vampiros.

Oso de Almafuerte dijo...

Jajaja, no debe haber nada más feo que te pique un mosquito en los dedos del pie.
Me mata el olor a Poxi que hay en las zapaterías.
"Y si tu viejo es zapateroooo, zarpale la lata, se se, zarpale la lata"

Matías dijo...

AEZ: si que existen, casi me convierto en uno, pero eso lo dejo para otra historia.

Oso: esos de la cumbia villera la van a pasar mal. No saben con quien se están metiendo. yo no entro nunca más a una zapatería.