21 septiembre, 2009

El planeta de los simios

Del recital de Soda en River me quedó una frase grabada: el rock no es fútbol. Una definición que ataca a las bandas que intentaron heredar la mística de los redondos, pero sin el talento musical ni la calidad poética del Indio.

Anoche tocó Catupecu Machu en Monte Hermoso, para cerrar la Fiesta de la Primavera. La plaza estaba a pleno: producción de choripán al por mayor, alcohol en botellas de vidrio, en vasos de plástico, en botellas cortadas al medio, en tetras cortados con los dientes, botellas de vino espumante y un licor de guinda. El humo del escenario compartía el espacio aéreo con la arena que se levantaba del suelo, los porros y los puchos. Había un par de señoras sentadas en reposeras esperando para ver a Catupecu.
Los de adelante cantaban Soy de catupé, soy de catupé... y como tenían demasiado éxito recriminaban -como la popu a la platea- No canta nadie la puta que los parió...
Una de las cosas que hace que Catupecu sea, tal vez, la mejor de las nuevas bandas del rock nacional es justamente que saben diferenciar cuando hacen música y cuando hacen pogo. Después del primer tema, Fernando Ruiz Díaz agradeció las muestras de cariñó y pidió amablemente que bajaran las banderas.
- Está todo bien con la bandera, pero es un tipo que mueve el brazo y los de atrás no ven nada.


El rockero melancólico

Ruiz Díaz estaba con los sentimientos a flor de piel. Sensible porque era el último show antes del lanzamiento del nuevo disco, varias veces recayó sobre el tema, y trajo al escenario sus recuerdos y sensaciones.
- Convidá un poco, maricón -le gritaban desde abajo cuando se extendía en sus relatos.


Catupecu es una banda signada por la tragedia. Después del lanzamiento de El número imperfecto, un disco desparejo que trae los mejores temas de la banda y otros muy malos, el bajista Gabriel Ruiz Díaz sufrió un grave accidente que lo dejó postrado peleando por su vida hasta el día de hoy.

En el 2007 sale el primer disco con la nueva formación: Laberintos entre aristas y dialectos, el trabajo más compacto, prolijo y logrado musicalmente. Con una presentación impecable en forma de libro, el disco plantea a la música como una materia a ser tratada y experimentada.
Gabriel es el quinto integrante de Catupecu, el protagonista del viaje del miedo, traído una y otra vez al escenario por su hermano. El grito desgarrado de Plan B: Cuando faltas. Me haces falta.



Rock'n Roll nnnnnnnnnnnnnnn

Fernando empezó a gritar como un mono. Vieron cuando los monos se rascan la cabeza, bueno esta canción es así, puro instinto. Y explotó: Dale!
Un tema desarmado sin estructura, para jugar al pogo. El círculo se abría más que nunca y Dale!: se levantaba una nube de arena y chocaban las cabezas. Los trapos empezaron a flamear otra vez y, con una sonrisa, Ruiz Díaz dijo:
- Ves, ahora sí se justifica la bandera. Dale!


6 comentarios:

Anónimo dijo...

QUE BUEN MATERIAL PUSISTE DE CATUPECU

Anónimo dijo...

que hubiera sido si no te obligaba a acompañarme al pogo xD jaja estuvo buenisimo ! un besho hermanito

Blorges dijo...

Es la mejor banda de ahora. Los vi en Mar del Plata, en la playa de la Rock&Pop (que no es la misma que la de la Nac&Pop). Zeta, de Soda, tocó el bajo toda la segunda parte del recital.

No fue necesario el pogo para que fuera alucinante (a pesar del sonido al aire libre que se iba con las olas).

Cuando terminó nos fuimos con mi chica a una parte "VIP" de la playa, esas con reposeras "cool" y pileta (no sé para qué, si a 20 metros estaba el mar). Ahí nos tomamos un trago ridículo y nos comimos una hamburguesa del tamaño de un canapé, pero del precio de una vaquillona.

Había un flaco muy salame de la Rolling Stone escribiendo una nota y le preguntamos qué le pareció el recital. Nos contestó: "no me molezten ahora, chicoz" (el piercing de la lengua se le enredaba en los dientes).

Cuando nos fuimos, aburridos y desubicados por no tener qué conectar al wifi, salimos por un recoveco por el que no se podía pasar sin pulserita y nos topamos con los catupé metiéndose en una combi.

A lo lejos venían corriendo fans, como en una película de muertos vivos.

"Uy", alcanzó a decir un disfónico cantante. Y arrancaron muy despacito.

Buen recital, le dije. ¡Gracias, man!, respondió.

Zeta, su Fender Precission (con el obligatorio gastado en la pintura) y un gordo con cara de manager casi no llegan a la combi.

Nos saludaron y corrieron hasta la combi que iba con la puerta abierta, comiendo tierra.

El domingo me los perdí. Ya habrá otra.

Matías dijo...

anónimo1: gracias
anónimo-palo: me hubiera quedado como un viejito atrás, pensando "la juventud está perdida".

Blorges: un posteo dentro de un posteo, es muy borgeano. buena anécdota.

Blorges dentro de blorges dijo...

Matías: si, como espejos dentro de espejos o... Cuadros dentro de cuadros, jeje.

PD: a propósito, Cuentos Borgeanos no me gusta tanto.

Matías dijo...

ja, si es muy afeminado cuentos borgeanos. el último disco no se puede escuchar.