27 septiembre, 2009

La venganza judía

Pese a todas las bondades de la tecnología, hay discos que hay que comprar originales -cualquiera de Radiohead, incluso si ellos lo regalan- y películas que hay que ir a ver al cine: Bastardos sin gloria justifica gastarse unos pesos para sentarse en una butaca cómoda y disfrutar durante más de dos horas del mejor cine de Tarantino.

Salí de la sala con una sonrisa. Acababa de darme una panzada de cine. Una película en la que cada plano está pensado en detalle, en la que la música es parte de la narración, los diálogos ponen a la palabra a la altura de la imagen y las actuaciones le hacen honor a los personajes. La sensación es que la película es inabarcable.

Los films de Tarantino se caracterizaron en los '90 por contar historias de personajes de segunda mano: mafiosos clase B que participaban de dramas policiales propios de su actividad. Kill Bill le puso épica a la gran venganza de Beatrix Kiddo. Y por fin, en Inglorious Basterds, Quentin se le animó a los grandes relatos. Es más, se mete con el mayor relato del siglo XX: la segunda guerra mundial. Así, sin mayúsculas. La gran guerra sin héroes.

Dos cosas que pensaba mientras veía la peli: en Bastardos... la representación de la realidad es una construcción ficticia, con objetivos claramente estéticos; sin embargo tiene el poder de cambiar la historia de la humanidad. El estreno de una película hace caer al tercer Reich, quienes mueren en la realidad, ejecutan su venganza desde la pantalla.

La otra es el lenguaje, en la película se habla tres idiomas: inglés, francés y alemán. El lenguaje importa, construye identidad, se utiliza para ocultar y para descubrir engaños. Para salvar vidas y para matar. Los estadounidense no hablan más que inglés. Una joyita: la escena en que Brad Pitt intenta hablar italiano.
Los estereotipos del cine sobre la Segunda Guerra son claros: 1) el judío oprimido, degradado, deshumanizado y torturado hasta la muerte por 2) los nazis inhumanos por elección y, al final, la llegada de los 3) norteamericanos pacificadores. Tarantino opera de forma muy interesante sobre esto. Los bastardos son un grupo de judíos norteamericanos, liderados por Brad Pitt, que desembarcan en la Francia ocupada por Hitler con un objetivo claro: matar nazis.

El héroe de la ocupación alemana -que liquidó 300 soldados y le hicieron una película- se enamora de la chica judía y protagonizan una gran escena dramática donde se mezcla de manera brillante realidad y ficción.


Y dejo para el final a mi personaje favorito: Hans Landa El cazador de judíos. Se ganó ese sobrenombre con orgullo. En sus interrogatorios hace llorar a sus interlocutores con un cinismo brutal. Disfruta del tabaco, de la leche fresca, del strudel de manzana con crema, mientras quien tiene enfrente se deshace. Pero con los años reniega de su apodo y de su historia. Quiere borrarla. Casi lo logra.

2 comentarios:

AEZ dijo...

Acabo de verla. Gran peli. Excepto el final: bastante obvio y bastante feliz para una narración muy áspera y muy profunda.

Matías dijo...

A mi me gustó toda. El final no me pareció feliz. mueren 300 tipos, primero calcinados, después ametrallados y por último explotados. Muere la pareja protagonista -en una escena deliciosa-, muere el negro en el cine. o sea se mueren todos los buenos y viven los malos: Bard Pitt y El cazador de judíos, que queda marcado en la frente, y nunca va a poder renunciar a su pasado.

Tarantino es profundo desde lo superficial. Es una gran ficción sobre la realidad, que te deja con una sonrisa de satisfacción. No la veo como un testimonio crudo sobre el nazismo.
Por eso yo me divierto con Hans. como come mientras el otro está atragantado. como le pone el zapato cual cenicienta a la actriz. El diálogo de las ratas y las ardillas en el principio de la peli! son genialidades de Tarantino, no lo puedo tomar en serio.