se encuentra en la cueva
de Zhoukoudian (China).
Cuesta pensar que muchas de las cosas que suceden se superponen en el tiempo. Hay una porción muy pequeña, de tiempo, en esta historia, que le pertenece al fuego.
En una misma escena, mientras en China -por el frío, tal vez el hambre- descubrían el fuego, de este lado del mundo los dioses nos creaban a su imagen y semejanza, para darnos las llamas robadas que al mismo tiempo, en la llanura, encendían un sol en la noche ausente de colores, incendiaban por primera vez el centenario Kápok y descubrían también el nacimiento y la muerte de los dragones, un peón espantado recuperaba la voz y perdía la vista, y se apagaba, como el fuego de una vela entre los dedos, la piel de la anciana que agregaba, sin querer, un color más al mundo.
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