29 noviembre, 2007

¡Vándalos, mal educados!

Desde los conservados en lava de Pompeya hasta los del metro de Nueva York realizados por ocasionales “writers” en los ‘60 hasta los emblemáticos del Mayo Francés, los graffitis han consolidado una forma de expresión alternativa y de copamiento de los espacios urbanos, por demás significativa.

El graffiti es ante todo un gesto si se quiere, político. Implica entre otras cosas poner en el espacio público lo públicamente vedado (lo escatológico, lo amoroso, las denuncias, las sentencias, las consignas, todo a consideración de la ciudad y de sus habitantes como lectores) y cuestionar (mediante el gesto de la violación) la propiedad privada. Todo esto repensando el soporte de la escritura y del escritor: de la hoja en blanco, esencial y apolínea, a la puerta del baño de un bar, la pared con lajas del vecino o la reja de una concesionaria de autos; y de la “pluma escribiente” al aerosol, una trincheta, un encendedor o incluso la uña. Una escritura que exige, necesariamente, poner el cuerpo. (Cuántas desenamoradas agarraron una lata de Albalatex marrón y plasmaron con furia “PABLO POR FIN LOS SEPARÉ BOLUDO”).

Si al caminante que ingresó a Pompeya lo trasladamos en el tiempo hasta aquí, lo mandaríamos a que se tome la 500 A en el centro y enfile para White. Acostumbrado ya a leer la ciudad no podría pasar por alto los barrios 26 de Septiembre y Vialidad. Entre los monoblocks se encontraría con las inscripciones de los Pibes del Pasillo como RATI PUTO o MORIR QUERIENDO SER LIBRE PASTILLA JR en recuerdo y homenaje a Jr. asesinado por la policía. Siguiendo unas cuadras vería el tremendo CUCHÁN POR EL CULO TE LA DAN.

De vuelta en Bahía, se quedaría pasmado con los mensajes moralistas del grafitero anónimo tales como SOMOS ESCLAVOS DE NUESTRA PROPIA APARIENCIA en peluquerías o gimnasios, o los del Comando Vegetariano de Salvación Animal que insta a la población a no comer carne con pintadas frente a las carnicerías céntricas SI A LA VIDA NO COMA CARNE. Y ni hablar de la Universidad y el famoso pedido del enardecido amante: SABOTEAME EL TESORO.


En fin. El graffiti más allá de los intentos por domesticarlo (las buenas conciencias como la de AIQBB que pintó de blanco las paredes de la Escuela 58), hacerlo una forma artística “cool” y congelarlo en una galería de arte siempre tendrá ese gesto visceral, provocativo. El que una y otra vez hará rezongar a quienes piensan que el estado natural de la ciudad (como nunca sucedió) es la pulcritud, la limpieza o sea la pérdida del habla (en definitiva la muerte).

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