07 noviembre, 2007

Cazafantasmas

El 8 de octubre del 2006 murió Héctor Libertella. Bahiense de nacimiento, de infancia y de adolescencia. Porteño del Bajo en los 60, un vanguardista en los 70, un editor frenético en México, un año de escritor argentino en Nueva York, una temporada en la Universidad de Iowa, una tarde en Europa, en la ciudad de Brujas haciendo dedo al primer auto que pasara para cruzar de este a oeste la ciudad, cinco veces seguidas.

“Platón nos recuerda hoy que paradigma (Paraedigma) en el griego antiguo es “modelo arquitectónico”. El saber se traza por líneas de un espacio que hoy es así y mañana es asá, de modo que el sujeto está y no está y no hace pie en ese lugar porque es el mismo lugar el que no está ahí.”

Ese sujeto puede ser Libertella, o por lo menos el personaje, la ficción de sí mismo que construye en su autobiografía “La arquitectura del fantasma. Una autobiografía”. Pero también ese fantasma, ese proyecto platónico, es su obra, que escribió y rescribió, y volvió a escribir hasta el día de su muerte. Un año después, presentamos este especial en donde los caminos de lectura quedan librados al azar. Como leer haciéndole dedo a las palabras.


El Lector

Héctor Libertella fue un militante de la literatura. Sus preocupaciones teórico-estéticas lo hicieron llegar a la conclusión de que la única forma de hacer literatura era renunciar al mercado literario “Es decir: una literatura que, para sobrevivir a sí misma, necesitó hacerse un poco invisible o ilegible entre las líneas del mercado de aquel entonces”. Quizás por esta decisión es leído como un autor de culto, que sólo puede ser abordado por intelectuales o críticos. Sin embargo la imagen de lector que él construye está muy lejos de esto, yo diría en el otro extremo, “sueño con el lector ideal que es un mono con mi libro entre las manos, y pienso: ¡Claro!, primero la pose del lector y después la palabra, o primero el teatro y después, recién después la retórica”. A él le gustaría que sus libros los lean monos, o como le sucedió por única vez en su infancia, que sus compañeritos de escuela tomen su libro con temor y respeto, como si fuera el único libro en el mundo, “esa manera de leer sin la prótesis de la opinión o la doxa”.

El fantasma

Libertilla insistió, sobre todo en los últimos años en que la literatura tiene la consistencia de un fantasma. Este es un concepto desalentador para quienes le adjudican propiedades extraordinarias en el desarrollo social, político, económico, etc. pero también es una paradoja para el propio Libertella que vivió y murió inmerso en la creación de una obra. Dar la vida por un fantasma.

“En la formulación platónica, dice Libertella, la filosofía se ocupa de la construcción de paradigmas; etimológicamente, paradigma significa ‘modelo arquitectónico’. El saber, concluye entonces, se asienta en un espacio inestable, ‘de modo que el sujeto está y no está y no hace pie en un lugar porque es el mismo lugar el que no está ahí’. Ese fantasma que persigue la autobiografía y que atraviesa su práctica de la literatura.”

Osvaldo Aguirre, Página 12, Radar Libros.


Canción de cuna

Para dormirse, cuando era bebé, o ya de grande como un bebé de más de 60 años escuchaba una suave canción de cuna:

“No llegó el pasado

hasta Hoy

ni llegó

AUN TODAVÍA.”

La Autobiografía

Meses antes de morir Libertella dejó editada su autobiografía “La arquitectura del fantasma. Una Autobiografía” (Santiago Arcos editor, 2006). Lo primero que llama la atención es la aclaración que hace el título. No es una ficción acompañada por hechos reales, es una vida que ocurrió en forma de ficción, y así es relatada. No hay un orden cronológico, ni pretensiones de precisión biográfica, hay un yo que por momentos es un bebé que nunca nació, o un anciano en el cuerpo de un nene que juega en la playa, o un personaje simpático, un “colimba” que gana el premio literario Paidós, un bibliomaníaco, un post-hombre, un fantasma con el cuerpo astillado.


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