30 julio, 2008

El Mayordomo

El crimen perfecto (la víctima)


Todo crimen perfecto está hecho de lenguaje. El humo del té amargo hacía transpirar sus manos y su rostro, en verano, ahí, donde la maquinaria del aire movía y el humo se confundía, a veces. El té, amargo, le gustaba tomarlo con masas de hojaldre y dulce. Ahí, donde funcionaba la maquinaria del tiempo los sentidos se convertían, de a poco, no eran más que. El humo del té amargo hacía transpirar sus manos y su rostro, en verano. El asesino era el mayordomo y llevaba y servía el té en esa porcelana que no reaccionaba a esas gotitas, las que, disueltas entre el humo y el té, amargo, hacían transpirar las manos y el rostro.

Era tan sencillo, tan así, todo era, sencillo y así, todo era la taza de té, ahí, en verano, la alfombra carcomida por el té, amargo.

No hay comentarios: