23 agosto, 2008

Depósito de recuerdos

En el 2004 presentamos en el Salón de Usos Múltiples del Museo de Arte Contemporáneo el número 1 de la revista Le Mot Dynamo. En el 2005, junto a los Abelardos, festejamos el primer añito de la revista, vinieron Fabián Casas y Washington Cucurto, a leer y a comer torta con chocolate. También fue en el SUM. En el 2006 nos pasamos al papel prensa y en agosto, creo, anunciábamos la llegada de Ría Revuelta, nos acompañaron Mario Ortiz, Mirta Colángelo y El
Palacio del Vino con unas cajas de jugo de uva. Obviamente, en el SUM. Un lugar de exposición, de encuentro, de formación, un espacio de esos que siempre nos andamos quejando que faltan en nuestra ciudad. El miércoles pasé por el Museo y cuando entre al MAC me encontré con una sorpresita; pero mejor empezar por el principio de esta fantástica historia...

Todo comenzó con la aparición del fantasma Benito. Un traficante de obras de arte de poca monta, que aprovechaba que la ciudad tenía su patrimonio pictórico tirado en un sótano y se llevaba lo más o menos valioso a muestras itinerantes en casas de remates. Pero un día se engolocinó (o lo engolocinaron), y se quizo llevar el Quinquela, e incendió literalmente el desapcho del intendente y figurativamente el Instituto Cultural. Con el Quinquela no se jode! gritaron las señoras. Cómo voy a decorar mi despacho!, se quejó el intendente. Entre gritos y quejas, pasó el tiempo, y empezaron los debates sobre la necesidad de construir un depósito en serio para más de 800 obras que componen el patrimonio artístico de la ciudad.
Pero todo se precipitó con la vuelta de Benito. Los proyectos, los presupuestos, los debates y el sentido común cayeron en el vacío profundo de los cajones municipales. Y el tema "depósito" se resolvió a lo bruto. Le enchufaron una pared de durloc a la entrada del SUM, y listo. Tenemos depósito. La fuerte inversión en los paneles, la colocación, etc?, se hizo en el marco de un llamativo silencio. Como si no estuvieran muy orgullosos de lo estaban haciendo.
Dicen que, ante las incistentes preguntas de su mujer, que se quejaba porque a ella le gustaba ir a comer canapés en las presentaciones, alguien le explicó "La expresión usos múltiples era muy general, y en realidad no sabiamos para que servía, así que decidimos darle un único uso y ya está, más simple ¿no?"

Este lindo cuentito es un verdadero problema. Un espacio cultural activo no puede convertirse de un día para el otro en un depósito de recuerdos.

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