22 julio, 2009

Laureles eternos

Una muchacha

El árbol penetró en mis manos,
la savia subió por mis brazos,
el árbol creció en mi pecho;
hacia abajo,

me crecieron ramas como brazos.

Árbol eres,

musgo eres,
eres violetas que el viento sobrevuela.
Eres una criatura- tan alta,
y todo esto es locura para el mundo.


Ovidio
en sus Metaformosis cuenta la historia de Dafne y Apolo. La ninfa escapa del amor de Apolo (encantado por Eros). Deseperada pide ayuda al
dios del río Peneo y la convierte en laurel. Desde ese momento el laurel será el árbol sagrado de Apolo.

[La metamorfosis de Thom Yorke en There there]

En el primer tramo del poema, cuando se consuma la metamorfosis, Pound parafrasea Ovidio: “mollia cinguntur tenui praecordia libro// in frondem crines, in ramos bracchia crescunt” [traducción aproximada: “en su pecho creció corteza, en sus cabellos hojas, en sus brazos ramas”].
Sin embargo, el poema continúa y ese árbol en vez de convertirse en sagrado, en el axis mundi que une tierra y cielo, se transforma en musgo y “violetas que el viento sobrevuela”. Esa imagen se contrapone claramente con la estabilidad del árbol que los dioses hicieron crecer en socorro de Dafne. Es una imagen leve e inestable propia de la ontología oriental, es una “locura para el mundo” occidental.

El juego con las tradiciones, en una literatura de vanguardia.

“Imagismo no es simbolismo. Los simbolistas tratan con la asociación, una suerte de alusión, casi una alegoría. Los simbolistas degradaron el símbolo al status de la palabra. (…) Los vorticistas no tienen este curioso tic de destruir las glorias pasadas… No deseamos evadir la comparación con el pasado… El vorticismo es un arte intensivo”

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