La batalla final
Un fuerte temblor, anunció la llegada de Shei que sobrevolaba la larga fila de tortugas, una pared andante, con paso militar. El rey de Yan reunió a su ejército de dragones de dientes de marfil, sin saber muy bien qué estaba sucediendo.
- Mi querido príncipe, vuelvo a mi reino contra tu voluntad, a ocupar tu lugar, vencedor de vencedores.
- Ya se terminaron mis días de príncipe, estás ante Jantan el nuevo rey del imperio. Si aceptas tu destino de muerte, le daré asilo a tus torpes reptiles.
- Sólo el verdadero rey demostrará ser inmortal.
Shei abrió su pico al cielo, detuvo el tiempo. Cuando los dragones se recuperaron y abrieron los ojos, las tortugas ya formaban un círculo a su alrededor. Los Zeis mostraron sus dientes amarillos. Las tortugas lentamente escondieron sus cabezas, escamosas, arrugadas. En un mismo instante las cuatro de las Keps desaparecieron, la tierra se movió con el golpe y un haz de luz verde enceguecedor bajó del cielo a cada uno de los caparazones. Comenzaron a avanzar, a cerrar el círculo, a escalonarse tomando velocidad hacía el montón de dragones, que escupían un fuego inútil, retrocedían, chocaban entre sí, intentaban volar, perecían.
Las sierpes con patas Gadis se comieron al indefenso Jantan de dos bocados. Y así Shei encontró un mundo para su imperio.
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