Así como la paciencia, según dicen, es oriental, también cierta espiritualidad puesta engañosamente de moda por estos lares es adjudicada a nuestros antiguos hermanos del otro lado del globo. Como equivocada contracara, se esgrime a Occidente como depositario de la racionalidad. Sin embargo, como bien sabe El Viajero Ilustrado, el juego ciencia más famoso, el ajedrez, proviene de la India, y según dicen, data del siglo VI, años más, años menos. Pero este difundido juego de inteligencia tiene un mentor más viejo, más sencillo y más complejo a la vez: el Go.
El Viajero reconoce al Go como un juego de estrategia que plantea la lucha por el espacio en un tablero como si fuera un territorio. Ese tablero tiene 19 líneas verticales por 19 horizontales: 361 casilleros (El Viajero recuerda que el tablero de ajedrez es un cuadrado de 8 casilleros por lado, o sea que tiene 64 casilleros). El juego de Go comienza sin piezas en un tablero. La idea es que dos contrincantes coloquen sus fichas (en rigor 'piedras' en el lenguaje de los 'goístas' o jugadores de Go), blancas o negras, de a una, y uno por vez.
Las reglas, según reconoce El Viajero, son bastante simples: cada piedra colocada en el tablero tiene sólo cuatro lugares por donde "respirar", o sea, hacia donde moverse. El propósito del juego es ocupar los espacios con piezas propias y expandir los dominios "inmovilizando" al contrario; es decir, tapándole los "pulmones" a sus piezas. La gran estrategia, dicen los campeones, es saber ceder. Como en la vida, cuando se gana siempre hay que resignar algo. Esto es: aprender a dar para recibir. Al contrario de la impronta del ajedrez, aquí no "se mata" al adversario, sólo se lo "captura" y, conquistado el casillero, se devuelve la piedra al contrincante.
El Viajero Ilustrado sabe que un partido entre novatos puede durar apenas 20 minutos; pero si los goístas son diestros, la partida puede extenderse hasta 15 o 20 horas, y desarrollar entre 250 y 300 jugadas, con lo que el jugador además de paciencia y sangre fría, necesita tener ejercitados sus glúteos pues en general se juega sentado en el piso.
Los expertos sostienen que empezar es lo más difícil, hecho que El Viajero deduce de que ante el tablero vacío el jugador tiene 361 casilleros a su disposición (para acertar o equivocarse). Para el segundo jugador, la cosa es más fácil: "sólo" tiene 360 casilleros libres. Y así sucesivamente van decreciendo los "puestos" de combate. Resulta curioso que en las primeras tres jugadas, según especulan los amantes de las proyecciones, los jugadores disponen de más de 46 millones de opciones.
El Go es oriundo del sur de la China. Su nombre original, we- chi, significa "piedra rodeada" (o algo así). En Corea tomó el nombre de Patok o Badok, y muchos siglos más tarde, apareció en el Japón donde adoptó el nombre de I-Go, o simplemente, Go. Como toda actividad tan antigua, su origen, como recuerda El Viajero, remonta a muchas vertientes, todas simpáticas y vistosas.
Según cierta leyenda, el juego lo inventó un emperador sabio para su hijo, y sucesor, el impredecible Dan-Zhu. Este aprendió tan complicado juego como una gimnasia para ejercer el poder con cordura y equidad.
Otra versión, más acorde a su prosapia, la cuenta el historiador chino Ban Gu (32-92 a.C.) quien en su libro "La esencia del Go" describe que "el tablero rectangular representa las leyes de la tierra. Las líneas rectas, son las virtudes divinas. Las piedras blancas y negras son como el Ying y el Yang. Y su disposición en el tablero es como un modelo de los cielos".
Sin embargo, hay una tercera, y también verosímil versión, que sostiene que el Go servía de entrenamiento para la guerra. Incluso, por lo que pudo indagar El Viajero Ilustrado, hay quienes afirman que el difundido autor de "El arte de la guerra", general Sun-Tse, escribió esa obra en el siglo V a.C. basándose exclusiva mente en las estrategias aplicadas al Go.
El Go conlleva una filosofía de la vida que en Occidente —como admite El Viajero— solemos trivializar desarrollando técnicas de venta o juegos de mesa como el difundido TEG, inspirado en el juego chino. El maestro de Go instruye a sus alumnos: "No defiendas lo que no se puede defender", "De cada jugada saca el máximo de provecho", "No empieces la partida sin una estrategia", "Quien tiene la iniciativa, tiene media batalla ganada", "Si quieres vencer, divide a tu enemigo".
Entre otras curiosidades, El Viajero rescata que el Go sigue siendo invencible para las computadoras. Todavía no se ha creado un émulo de la famosa Deep Blue que supo vencer al ruso Garry Kasparov para confrontar con este antiguo juego. Tanto es así que —según pudo averiguar El Viajero Ilustrado—, una empresa de software de Taiwan ofrece un premio de diez millones de dólares para el primer programa capaz de doblegar un jugador profesional de Go; también ofrece premios por logros más modestos. Pero ninguno de los retos, como sabe El Viajero, ha sido medianamente cumplido. Ni con paciencia oriental
23 mayo, 2007
EL VIAJERO ILUSTRADO
El arte de jugar al Go
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