La identidad nacional es una construcción. Como quien cava la zanja y carga bien el cemento para que los cimientos queden firmes y no se rajen las paredes. Alguien se tomó el trabajo de reforzar nuestros valores patrióticos, para que seamos “buenos argentinos”. Pero como los valores no son arena, cal y cemento ¿qué significa ser buen argentino? ¿qué valores se les ocurrió reforzar?
Intentaremos responder estas preguntas desde la poesía. El primer momento, obviamente es la fundación de la patria, la declaración de la independencia, la bandera, las marchas patrias y el himno nacional. Este último pone a la argentina como cabeza del nuevo mundo y las marchas nutren nuestra identidad con la mitología de los héroes. La primera ficción doctrinal del país.
Pasados cien años, el país era otro, buscaba insertarse en una realidad marcada por la segunda revolución industrial y la división internacional del trabajo. Por esto necesitaba poblar el país y educarlo para ser el granero del mundo, y convertir a argentina en nueva potencia mundial (!) Obviamente no todo salió como lo planeado, las olas inmigratorias se concentraron alrededor de las grandes ciudades y produjeron vastos conglomerados cosmopolitas de las partes bajas de España e Italia. En 1910 entonces, se presentaba la oportunidad perfecta para darle un envión importante al plan de reafirmación de los valores patrios en desmedro de esos gringos pobres y piojosos. Y ahí estaba Lugones, el ex socialista esperando la hora de la espada, para hacer lo suyo inflando la figura del gaucho, poniéndola como figura esencial, sublimada, rimada, heroizada. Flor de pavada.
Cesar Fernandez Moreno con su “che patria” le abre una nueva puerta a la poesía. Introduce el voceo e inaugura la más fuerte tradición coloquialista argentina. Este poeta está inmerso en un país totalmente distinto: la argentina peronista que encausó una nueva oleada inmigratoria en las industrias y el ferrocarril, generando un fervor popular inédito. César busca la “patria” detrás de la palabra, la que está en la calle y no en el acto del 25 de Mayo, desacraliza, territorializa desde el lenguaje mismo.
Para finalizar, tenemos a Leónidas Lamborghini, el temeroso de la lápida, leyendo el mito fundacional del General Don José de San Martín (!) desde el accionar del cabo Cabral. Encuentra una grieta en los “firmes” cimientos patrióticos, invierte aquello que manifestábamos al comienzo: el principio de construcción de lo nacional a partir de los héroes, con las consecuencias políticas que aquello acarrea. Lamborghini, baja, se subvierte a ese orden y compone, descomponiendo con su escritura, la noción de nación. Valga como ejemplo su versión del himno nacional; que deberás leer amigo lector para completar las tareas del día de hoy.
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