02 abril, 2009

La supervivencia del peludo


En Los Pichiciegos de Fogwill no hay épica de guerra, están las Malvinas. La historia heroica se transforma en una historia material. Un grupo de desertores queriendo sobrevivir. Ni más, ni menos.

Los pichis son tipos que se esconden bajo tierra e intercambian mercancías por información con los ingleses, para no morir bajo una bandera que los mandó a morir. Como plantea Beatriz Sarlo, mientras en el continente se buscaba la unidad del pueblo detrás de la ocupación, en las islas los soldados pichis se enfrentaban a la muerte sin saber muy bien por qué. La guerra juntó a jóvenes de todas las provincias en una cueva, pero les borró la identidad nacional.

Fogwill no intenta desnudar el sin sentido de la guerra. Sino crear una ficción que muestre una verdad de la guerra. A los pichis no les interesa hablar de política, sólo quieren sobrevivir un día más en la isla.

"En la novela de Fogwill, la guerra de Malvinas es traducida a los saberes necesarias para la supervivencia: las astucias para negociar en un mercado casi inverosímil donde se intercambian acciones de espionaje o intervenciones bélicas por pilas para linternas, cigarrillos y raciones." (Sarlo)

Fragmento del capítulo 2 de Los Pichiciengos

Fumaban quietos. Seguían las explosiones, las vibraciones. A veces se oía una explosión y no vibraba. Otras veces vibraba y nada más, sin escucharse ruido.

¡Qué hambre!

— ¡Qué hambre! —dijo uno.
— ¡Con qué ganas me comería un pichi ciego! — dijo el santiagueño.


Y a todos les, produjo risa parque nada sabía qué era un pichi ciego.


—¿Qué...? ¿Nunca comieron pichiciegos...? —averiguaba el santiagueño.

—Allí —preguntaba a todos— ¿No comen pichiciegos?

Había porteños, formoseños, bahienses, sanjuaninos: nadie había oído hablar del pichiciego. El santiagueño les contó: el pichi es un bicho que vive abajo de la tierra. Hace cuevas. Tiene cáscara dura —una caparazón— y no ve. Anda de noche. Vos lo agarrás, lo das vuelta, y nunca sabe enderezarse, se queda pataleando panza arriba. ¡Es rico, más rico que la vizcachal

—¿Cómo de grande?

—Así —dijo el santiagueño, pero nadie veía. Debió explicar: como una vizcacha, hay más chicos, hay más grandes. ¡Crecen con la edad¡ La carne es rica, más rica que la vizcacha, es blanca. Como el pavo de blanca.

—Es la mulita —cantó alguien.

—El peludo —dijo otro, un bahiense.


— "El Peludo" le decían a Yrigoyen —dijo Viterbo, que tenía padre radical.

—¿Quién fue Yrigoyen? —preguntó otro.

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