Nadie lo vio entrar al palco. Cuando llegó la puerta estaba abierta, las cuatro sillas vacías. Había polvo en la alfombra y poca gente en la función que ya había empezado. La música recorría las paredes del Municipal, él jugaba a sacar las manos fuera, pensando que podía cortar las ondas sonoras, como se corta el viento.
Le gustaba el jazz y Borges le parecía demasiado, aunque disfrutaba de algunos de sus cuentos. Le gustaba el jazz, pero al segundo tema se durmió con la cara contra felpa roja y soñó que estaba en rave. Entre flashes reconoció a Borges y Bioy, que apartados a un costado miraban con desdén; se acercó a ellos. Borges lo miró como aliviado:
- ¿Cómo hace para soñarnos entre tanto ruido si usted también está siendo soñado en el silencio de algún otro teatro?- le preguntó Borges tembloroso e inmediatamente lo hizo despertar.
Estaba solo y a oscuras. El teatro vacío le daba miedo. Sentía que cualquier mínimo sonido podía darle vida. La función había terminado. Salió del palco sin ver, hizo dos pasos y se chocó una silla. Se refregó los ojos. Estaba en otro palco, un piso más abajo, un poco a la izquierda.
Entre maravillado y aterrado pasó horas pasando de palco en palco. Cruzaba la puerta y tras una breve oscuridad estaba del otro lado, más arriba, más abajo, o en el mismo lugar.
Continúa
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