Segunda entrega
En el capítulo anterior asistimos a un extraño juego que jugaban las niñas del lugar y conocimos la entrada del pueblo. Hoy presentamos el génesis, o algo parecido. Es un poco largo, pero apelamos al entusiasmo del lector
Era la única anciana en el pueblo, no se sabía a ciencia cierta cuantos años tenía. Ese día la oscura lechuza le anunció su muerte... fue un gran alivio para ella.
Ni me acuerdo cuándo, pero hubo un tiempo en el cual, vivían sólo dos familias en estas tierras... dos familias, imaginate, las hijas de uno, con los hijos del otro, medio que eran todos primos, pero los hombres, como no podía ser de otra manera, no se llevaban bien. Los Zupay llegaron primero... tenían siete hijas de todas las edades. Los de enfrente, los Tiznado, eran dos matrimonios; los hermanos Tiznados sus respectivas esposas y sus hijos. La enemistad era terrible, cada uno tenía su pedazo de tierra y sobrevivían por sus propios medios. De a poco, para Don Zupay las cosas se fueron haciendo cada vez más difíciles. No se si por la sabiduría de la naturaleza o qué, pero no podía pegar un pibe, para el trabajo viste, le salían todas nenitas ¡ya no sabía qué hacerles limpiar! Ayudaban... sí, eran buenas pibas, pero era un trabajo muy duro y hacía falta mucho más que voluntad... ¿el Lago? Ni se acercaban al lago, no siempre fue como es ahora, los peces morían cada siete días, y daba tanto olor esa agua… no estaba podrida pero largaba un olor espantoso…
Un invierno llegó la mala... las lluvias y los vientos los dejaron sin cosecha y por su poca producción no pudieron juntar reservas... Don Zupay se lamentaba... pensaba... y no, no encontraba ninguna salida... hasta que al fin, llamó a la Doña y juntó a todas sus hijas para decirles por lo que estaban pasando... todas se preocuparon mucho, ¿porqué no nos dijiste antes? ... nosotras vamos a ayudarte ¿Pero cómo? se preguntaba, ¡si no saben hacer nada!
Al día siguiente, dos de sus hijas vinieron con algo de comida... después de eso todos los días alguna se aparecía con provisiones para el rancho...
¡Qué cosa tan maravillosa! ¡Que hijas, que hermanas, que doña!
Sus ojos grises y el pelo blanco. La piel oscura, sus ojos grises y el pelo blanco. La cara marcada, sus ojos grises y el pelo blanco. Su voz casi gastada.
Un buen día se cansó de preguntar, de alguna manera lo consideró justo... Dios no le mandó ningún varón para el trabajo, pero les dio a sus hijas el don para ser útiles de todas formas....
Don Zupay sabía que esa situación no iba a durar para siempre, cuando empezó el buen clima tomó una determinación que venía pensando desde hace un tiempo: tenía que traer un peón. Arrancó para el Norte... sabía que a dos o tres días de viaje iba a encontrar unas chacras, este año necesitaba una buena cosecha.... nooo, qué se va a perder, la tierra la conocía como la palma de la mano, mirá lo que te digo... le dabas un mapa y se perdía... pero miraba un poco para qué lado daban sombra los yuyos, cómo soplaba el viento y llegaba donde quería.
... te decía... Don Zupay volvió unos diez días después con un peón bastante fiero, pero trabajador...
Estaba todo muy raro ¿quién se llevó la alegría? que cara de susto ¡ni que hubieran visto al Mandinga!
Estaba todo tan raro... ninguna le quería contar lo que había pasado, no le iban a contar lo que había pasado... ¿Para qué?
Cuando Don Zupay se acostó, después de tan largo viaje, la Doña le pidió encarecidamente al Peón que esa noche duerma lejos de la casa.
De rodillas, el camisón blanco cayendo entre las rodillas y el piso, las siete, con el pelo suelto y las manos entrelazadas, las siete, a los pies de su cama rezaban... un murmullo bajito gobernaba la casa
diasqueguachulí
jesúsmaríayjosé
cuyámatíarehué...
jesúsmaríayjosé...
¡Que manera de arder! ¡Que manera de regar la tierra con fuego!
Esta es la tierra fértil que sostiene nuestro pueblo!
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