Por Marcelo Díaz para www.abelardos.com.ar
El Batman de Bob Kane, el primero, el que parecía dibujado por un nene de primaria, fue un vengador oscuro (aunque el dibujo fuese cualquier cosa menos aterrador). Nacido en la década del 30, era a todas luces un producto de la Gran Depresión. El sueño americano había estallado con Wall Street, acá y allá se veían las consecuencias de la crisis y la desocupación: pobreza, delito, corrupción. La imaginería del comic alumbra entonces dos héroes: por un lado Superman, solar, diurno, superpoderoso, y por el otro Batman, oscuro, aterrador, vulnerable. Uno el sueño con los ojos cerrados, el otro la pesadilla de dientes apretados.Como dice Bruce Wayne en Batman begins, Batman es un símbolo, y un símbolo efectivo ¿por qué sino sigue atrayendo a las nuevas generaciones? ¿por qué sino esa maleabilidad que le permite cambiar con el mundo?De los oscuros años de los años 30 a los apacibles 50 donde Batman se inclina a un perfil más detectivesco, a la serie de TV de los 60, descontrol de psicodelia, pop y kitsch.El Batman de Adam West es el de mi infancia y es lo más alejado a un vengador oscuro que nos podamos imaginar. Son los años del Flower Power, de la juventud en revuelta, de los viajes espirituales y lisérgicos, de la imaginación al poder. Batman lleva en su baticóptero repelente para tiburones (y lo usa!), descubre que un empleado del Banco de Ciudad Gótica es en realidad un robot del Joker porque no se ríe de los chistes que le cuenta (imaginen a Batman contando chistes, por favor) y con la ayuda de Robin descifra este enigma del Acertijo ¿qué es amarillo, pequeño, y muy peligroso? Sí, adivinaron: un pollito con una ametralladora. Ese Batman es lo más delirante y volado que alumbra esa época en la televisión (sí, a mi gusto, más delirante que el superagente 86 inclusive). Y por supuesto, no es un héroe, ni un vengador, ni un vigilante, figuras que no cuadraban en el imaginario juvenil.Pero los 60 no duraron para siempre, ya sabemos, la imaginación no llegó al poder, y los 70 fueron años duros: en USA y en Inglaterra el punk crece en una generación que proclama no future, en un contexto de recesión, desempleo y guerra fría; en Latinoamérica la represión estatal se lleva una generación: tortura, golpes militares, desparecidos. No future, pero en serio. Los superhéroes de DC se desacomodan, en los comics luchan contra la amenaza soviética, pierden terreno ante los superhéroes de Marvel: Spiderman, Daredevil, Hulk, personajes atormentados, incómodos en un mundo incómodo, conflictuados, héroes casi a su pesar.¿Y que pasa con Batman? Se arrastra agonizando hasta que en los 80 lo toma Frank Miller y produce Dark Knight Return: la vuelta de un Batman cincuentón, ácido y amargado, más oscuro y violento que nunca. Son los años de Reagan, que aparece en el cómic disfrazado de cow boy, guiñando un ojo a la pantalla de TV y detonando sonriente una bomba atómica. En ese mundo en crisis, sin energía eléctrica, con guerra atómica, Batman encabeza un ejército de punks, mutantes y marginales, cagándose en la democracia occidental, lucha con Superman (enviado por el gobierno norteamericano a detenerlo), le da una paliza al grandote, finje su muerte y se retira a la baticueva a preparar el futuro con sus hordas juveniles. Ese Batman medio facho llegó a ser repudiado por el democrático congreso de los Estados Unidos, por decir, palabras más, palabras menos, que esa democracia era verso.En eso cae el muro de Berlín, se viene la Perestroika, termina la guerra fría, los mapas escolares se llenan de países impronunciables donde antes estaba la Unión Soviética y los sets occidentales de películas pornográficas se llenan de rubias del este que vienen escapando de la instauración del neoliberalismo sobre las ruinas comunistas, porque prefieren que les rompan el que ya saben por unos buenos dólares antes de que se lo rompan gratis en sus países natales. Algo de eso sabemos de la Argentina de los 90, la de las relaciones carnales.Montado sobre el éxito de Miller nace el Batman expresionista de Tim Burton, el de Michael Keaton. Un Batman freak con villanos todavía más freaks, sufridos, melancólicos. Introspección, outsiders, poesía, obsesiones, borders. Todo termina, como ya sabemos, con un patético George Clooney poniendo cara de nada y quitándole al personaje cualquier tipo de carga emotiva. Ese Batman de los 90 sin embargo también era símbolo de una época: mucho músculo, cero conflicto, ni dramático como el de Burton, ni delirante como el de los 60, ni una cosa ni otra, lucecitas de colores.Hacia ese mundo fláccido, plácido y confortable (la era del vacío) parecían ir los mass media cuando en un par de horas, sin hacer pum, bang, scratch, ni nada parecido, caen las torres gemelas y Estados Unidos decide que debe combatir el miedo asumiendo su condición de imperio y barriendo con las libertades individuales en su propio territorio y en el resto del mundo, como en la época del senador Mc Carthy.
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