Mientras hay quienes recién comienzan a explorar sus potencialidades –el número de nuevos usuarios no deja de crecer de a decenas de miles por semana–, a poco más de un lustro de su presentación en sociedad la blogósfera ya ha logrado mucho más de lo que cualquiera hubiera imaginado.
Por Maximiliano Tomas
03.03.2007
Mientras hay quienes recién comienzan a explorar sus potencialidades –el número de nuevos usuarios no deja de crecer de a decenas de miles por semana–, a poco más de un lustro de su presentación en sociedad la blogósfera ya ha logrado mucho más de lo que cualquiera hubiera imaginado: desde las cobertura amateurs y clandestinas de las invasiones en Oriente Medio y los atentados terroristas post septiembre de 2001 (la etapa embrionaria, por decirlo así) a la atomización actual (¿la era contemporánea?), los blogs han terminado por permear el monopolio de la información que pretendían las grandes cadenas de medios. Más aún: si en un primer momento en estos espacios se reflexionaba a partir de la materia prima ofrecida por los medios de masas tradicionales, de a poco esa ecuación parece ir invirtiéndose, ya que no son pocos los programas radiales o televisivos que, en la actualidad, se nutren de información publicada antes en blogs. Entonces: la pregunta dejó de ser, hace tiempo, qué son los blogs y para qué sirven. Lo que habría que tratar de ver hoy es cuáles son sus límites –si es que esos límites existen– y cuánto tardarán en erigirse como actores fundamentales de las agendas informativas. En este sentido, tal vez pueda arriesgarse que los blogs que mejor funcionan hasta ahora –es decir, que no sólo sobreviven a la energía inicial, sino que logran crear su red de lectores, hipervínculos y comentadores que les permiten establecer una media de visitas diarias razonable– son, por un lado, los de autor; y, por el otro, los que reducen su campo de acción a un tema específico (la tecnología, el diseño, la literatura, etc.). Dentro de lo que se podrían denominar “blogs literarios”, la proliferación ha sido, sobre todo en los últimos tres años, notable. Existen los blogs de escritores –célebres o inéditos–, de editoriales comerciales, de sellos independientes, de periodistas culturales. Gran parte de los debates y lecturas más atractivas del campo literario local de los últimos tiempos (el enfrentamiento González-Tarcus en la Biblioteca Nacional, o el escándalo Di Nucci-Bolivia construcciones) han surgido o se han multiplicado a partir de blogs. ¿Existe algún vínculo entre la expansión de este tipo de espacios y la aparente pérdida de visibilidad de las publicaciones de literatura clásicas, tan influyentes en otras épocas? ¿Es correcto pensar si, como parece, los blogs han hecho suyo (debido a su bajo costo, a su dinamismo, a la posibilidad de la interacción de autores y lectores que convierte a los lectores, con sus comentarios, en coautores inmediatos) el terreno que en otras épocas ocupaban revistas como Sur, Contorno o El escarabajo de oro? ¿Vinieron los blogs a decretar la muerte de este tipo de órganos de difusión cultural?
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