Misteriosa Bahía Blanca XII
Llevaba una boina marrón y una campera de cuero. Eran las seis de la tarde cuando me acerqué, lo miré como pidiendo permiso y me paré a su lado, sin pronunciar palabra. El tampoco hablaba.
- ¡Qué viento de mierda!- fue lo primero que dijo al cuarto encuentro –A esta ciudad la arruinó el viento. Concluyó. No supe que decir. Que tiempo loco, vio. Me salió sin pensar.
- El tiempo no, nene, el viento. Esta ciudad tenía un destino grande, soñábamos con eso cuando se acabaron los malones. Cuando trajeron los trenes… me levantaba todos los días a las seis, trabajaba hasta las cinco de la tarde, fueron los mejores años... cuando se acabó lo de los trenes, construimos la ciudad, venían de todos lados… después me subí a un Mateo y ganaba para alimentar a la familia. Pero cuando trajeron los trenes, nene, ¡soñábamos a lo grande! y ahora esto, me entendés, somos apenas la ciudad del viento.
- Y... todo tiempo pasado fue mejor- dije para que sintiera que lo escuchaba.
- Pero no se termina nunca, el pasado digo, no se acaba ¿Cómo se pude vivir tantos años si todos los días son distintos?
Fue lo último que le escuché. Ya no volví.
Se llama Carlos, nació el 11 de abril de 1829, el primer habitante autóctono de la Fortaleza. Vio morir a sus padres, a sus hijos y a sus nietos. Entonces decidió alejarse de lo que fue su familia. Se para todos los días en la placita esperando encontrar una nueva rutina para sobrellevar la ausencia de su muerte.
(Fotos: Jimmy Chaban)
1 comentario:
Che, que locura...muy bravo
a todo cuero!!--muy bueno
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